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CUANDO NOMBRARON A BERNHARD
No era únicamente severo, pues incorporaba Thomas Bernhard pequeñas dosis
de comedia a la tragedia y así lograba que su desolación fuera más llevadera. Hasta que
cedió y cuestionó la totalidad del Arte, algo que se percibe a la perfección en su libro
póstumo, Maestros antiguos, del que acaba de aparecer una excepcional reedición de
Aparicio Maydeu en la editorial Cátedra. Es la novela que estaba leyendo el jueves
cuando supe que el Nobel de Literatura lo había ganado László Krasznahorkai y el
jurado, al describir la tradición literaria a la que éste pertenecía, lo había señalado como
“gran escritor épico de esa tradición centroeuropea que se extiende desde Kafka hasta
Thomas Bernhard”.
Lejos de vivirlo como una intromisión nórdica en mi intimidad, sonreí al ver que
nombraban a Bernhard (1931-1989). Lo recuerdo bien, fue el “momento Bernhard”.
Como si pudiera sentirme en el centro del mundo, seguí leyendo la reedición de
Maestros antiguos, capitaneada por una cita de Javier Marías –que, como se sabe, o
debería saberse, fue el gran introductor de Bernhard en España– y otra de George
Steiner, bien orientadora también: “Existe, así lo creo, un cansancio esencial en el clima
espiritual del fin del siglo XX”.
Ese cansancio, puntuado por el humor de Bernhard –una esperpéntica colisión
entre lo profundo y lo trivial– recorre este libro traducido con su habitual genio por
Miguel Saenz. Se ha dicho de Maestros antiguos que no tiene trama cuando la tiene, y
muy intensa: Reger es alguien que escribe artículos para el Times, pero en Austria, su
país, no es apreciado. Lleva años visitando el Kunsthistorisches Museum y ocupando el
mismo asiento todos los días desentrañando errores en las pinturas de los Maestros
Antiguos, especialmente frente al cuadro de Tintoretto, Retrato de un hombre de pelo
blanco.
Reger ha ido sobreviviendo gracias a su fe en el arte. Pero esa fe, después de
tantos días de encontrarles errores a los clásicos, lógicamente se tambalea. Y más
cuando Reger advierte que si el gran Arte no va a salvarle, nada le quedará, sólo la
fatiga del clima espiritual que le rodea y que él ataca con dureza dirigiendo su cólera
hacia su país, Austria, un Estado dominado durante siglos por los Habsburgo y que
siempre despreció talentos como el suyo, aunque paradójicamente éste fuera a la par
muy reconocido en el extranjero. En fin, que Reger no perdona a nadie, ni siquiera a los
antiguos maestros, “estos asistentes falaces de la decoración religiosa de los señores
católicos europeos”.
El jurado del Nobel ha distinguido muy justamente a Krasznahorkai “por su obra
cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del
arte”. Pero atención: en lo que respecta a la confianza en el poder del arte, en Bernhard
siempre fue ambigua. De hecho, Maestros antiguos es una especie de enmienda a la
totalidad del arte. “Todo es ridículo si se piensa en la muerte”, le dice Bernhard a Peter
Hamm en ¿Le gusta ser malvado?, incapaz siquiera de reafirmar lo más elemental para
seguir vivo: el poder del arte.
Enrique Vila-Matas
Café Perec, El País, 14/10/2025
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