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LA INSISTENCIA
JORDI BALLÓ
A lo largo de 20 años Cézanne pintó más de 80 cuadros sobre la montaña de Sainte-Victoire en las afueras de Aix-en-Provence. Esta insistencia impasible, este volver sobre el mismo motivo, estableciendo las variaciones de una mirada igual y distinta a la vez, es un gesto que impresiona aun a muchos otros artistas y muy particularmente a los cineastas. De hecho, el gesto de Cézanne tuvo su eco en sus coetáneos los hermanos Lumière, cuando no se conformaron con una primera versión de la Salida de los obreros de la fábrica, e insistieron en volver a rodar dos veces más la misma secuencia en los meses siguientes, para poder así finalmente dar tiempo a que el conserje de la fábrica tuviera tiempo de cerrar la puerta antes de que el filme acabara su metraje. Los Lumière, como Cézanne, tenían todo un mundo por filmar y por pintar, pero mantuvieron este gesto de indagación sobre lo mismo, como un acto vanguardista de perfección.
Como decía, este gesto repetitivo de Cézanne interesa y mucho a los cineastas modernos. En la gran retrospectiva que el Centre Pompidou dedica, a partir de la semana que viene, a la pareja Jean-Marie Straub y Danielle Huillet, destaca el film que le dedicaron a Cézanne, en el cual una parte se centra en interrogarse sobre el misterio de esta montaña, ante la mirada imperturbable e insistente del artista sobre su paisaje. De hecho toda la filmografía de Straub-Huillet está atravesada por el hecho de dar importancia a los elementos aparentemente casuales que mantienen una tensión crítica con lo que está a punto de ser filmado. Por otra parte, en un libro de Wim Wenders editado recientemente por Caja Negra, Los píxels de Cézanne, el cineasta alemán se pregunta también por las causas y por la fertilidad del pintor ante la misma montaña. Ante uno de los cuadros de la Sainte-Victoire, Wenders reconoce el saber del artista y la influencia que ejerce sobre él, al reconocer en esta obra pictórica el contraste entre lo que Cézanne ve y lo que le emociona, como es capaz de conmoverse y de analizar al mismo tiempo las condiciones del acto de observar, diseccionando la montaña sin dejar de amarla.
Esta observación insistente parece un camino interesante para la creación contemporánea. Los valores de la ligereza parecen imponerse como elemento dominante en nuestro entorno: pasar de una cosa a la otra, cerrar carpetas de algo que ya está visto y oído, obviar un proyecto porque su tema ‘ya está hecho’, algo muy habitual en el mundo audiovisual, particularmente el televisivo. Frente a ello se impone otra ética, que es la que proponía Cesare Pavese, un autor también decisivo para Straub-Huillet: la de insistir en las cosas, la de confiar que la realidad de un objeto, un gesto o un paisaje nos regalará algo desconocido y que solo los artistas de la insistencia sabrán desvelar. Volver sobre un mismo tema no es un signo de escasez de ideas: es por el contrario un gesto resistente, de no pasar página, de no crear indiferencia. Como hacen tantos artistas que rehacen aparentemente un mismo camino para darnos signos de su substancia, para decirnos que las cosas no pasan, ni tampoco se olvidan.
La Vanguardia, 18/05/2016 |