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El orgullo del escritor de hoy tiene que consistir en enfrentarse a los emisarios de la nada -cada vez más numerosos en literatura- y combatirlos a muerte para no dejar a la humanidad precisamente en manos de la muerte. En definitiva: que a un escritor le podamos llamar escritor. Porque, digan lo que digan, la escritura puede salvar al hombre. Hasta en lo imposible.”