RUE DE MARSEILLE
JULIO BAQUERO CRUZ
1. En la cafetería de un museo de Amberes, un posavasos con una frase de un tal Jimmie Durham:
YOU CAN’T
LOSE
YOUR OWN
IDENTITY
Claro que no puedes perderla, porque no la tienes. Seguramente no es ese el sentido en la intención del autor, pero puede leerse así. Como la identidad es una quimera, cuando no una pesadilla, tampoco puede existir el otro.
2. Imágenes fantasmagóricas. Proyecciones en la oscuridad. Linterna mágica, de magia negra. La desorganización siempre al acecho, en la vida y en los sueños que cubren la pátina de razón. Tras la tormenta, peligrosos movimientos del terreno. Desaparece la frontera. Todo se derrama.
3. Por primera vez en mucho tiempo me acerco al presente. Dejo de vivir en el pasado y para el pasado. Dejo de especular con el futuro. El presente, perderse en el presente, ser y dejar de ser. Un sentimiento melancólico y a la vez hilarante, al acercarme al día de hoy. Como si al llegar a él todo fuera a desvanecerse. Te acercas, pero no llegas nunca.
4. Advocación de Kafka y de Ganesh. Kafka, Ganesh moderno, europeo. ¿Europeo? Más bien oriental, indio de la India y piel roja. El occidente de occidente es el oriente, por un lado y por el otro, se mire por donde se mire. Carta al padre. Cabeza de elefante. Todo padre descabeza a su hijo. Todo hijo descabeza a su padre y luego a su hijo, si lo tiene. Una rueda sin fin. Demos gracias al padre que nos descabezó. ¿Qué habría sido de nosotros sin él? A medio plazo el karma se confunde con la vida. Gran perfección del gesto, que solo puede ser privilegio de unos pocos elegidos. Saturno. Saturnino.
5. Tu escritura, un intento de elucidación, de dilucidación, por lo menos de formulación. De cosas que sin ella quedarían sin expresar. Que con ella, en realidad, también quedan sin expresar. Y más allá o más acá, una exploración del lenguaje, de lo que es y de lo que exige. Tal vez por eso, siempre esa curiosa atracción y repulsa, ese deseo y esa necesidad imperiosa de escribir, unidos a la reticencia a escribir. El gusto de idear, de regodearse con las frases que suenan en la cabeza, de macerar escenas y frases y libros enteros en tu cabeza, sin llegar a empezarlos. Algo puramente mental. Además, placer de la escritura en torno a la escritura eternamente postergada. Placer de la renuncia. Dolor de la renuncia. Lenguaje, escritura, abrazado a lo más precario, que es también lo único. Un rumor de palabras. Niebla de palabras. Imposible escribir. Imposible no escribir.
6. Incapacidad simbólica de concebir la deglución, como si después de la glotis no hubiera nada. Dificultad de tragar. Dificultad de digerir, de asimilar. Dificultad de expulsar. El cuerpo como tubo. Una gran metáfora. Hacia una fisiología del trabajo literario.
7. Ausencia total de humor y de música en Sebald. Oscuridad de la escritura, siempre nocturna, ligada al silencio. Luminosidad y color de la música. Ruido de la vida. La música ríe. Ríe hasta cuando llora. Austerlitz en La Salpétrière. Alejamiento de todo y de todos. Cerrazón. Clausura. Refugio, poco a poco, en la escritura. Reconstrucción de la destrucción, destrucción de la reconstrucción, y vuelta a empezar. Lo más precario, lo más cercano, lo único. Rumor de palabras. Un espejismo de sentido en el desierto del sinsentido. En alguna parte dice que nunca tuvo mucha sensibilidad musical. Kafka también lo dice en una de sus cartas a Milena. Relaciona su falta de oído con la herencia genética de su abuelo carnicero. Toda esa carne, todo ese karma, toda esa muerte acumulada. ¿Cómo iba a apreciar la música? La falta de oído es, tal vez, la única ventaja que tiene a la hora de vivir. Lo protege frente al ruido del mundo, frente al inmenso poder de seducción de la justicia. Justicia, armonía, astros en equilibro, música de las esferas.
8. Ir acabando con la juventud y olvidando sus fantasmas. Ir cerrando ese apartamento polvoriento. ¿Para vivir dónde?
9. No tienes un cuerpo. Eres un cuerpo. Nos han hecho pensar que tenemos un cuerpo, que el cuerpo no es más que algo que nos pasa. Esa doctrina ha dejado su huella en nuestra forma de pensar. No tenemos un cuerpo. Somos ese cuerpo. No somos nada fuera de ese cuerpo, aunque siempre estemos representándonos y proyectándonos como algo distinto. Traga, digiere, asimila, si hay algo que asimilar, y luego expulsa. Una digestión pesada, tal larga como la vida.
10. Bombas de relojería que llevamos dentro, que en cierto modo somos, y que si se dan las condiciones idóneas pueden explotar.
11. Paternidad ovvero la imposibilidad de ser adulto.
12. ¿Atrapado en un falso yo? Pero tampoco lo tienes, tampoco puedes perderlo.
13. Una especie de mal menor. Un mal menor tras otro, bajando la escala interminable de los males menores. Replegarse, replegar las tropas, salvar los muebles, salvar algo, lo que sea, pero al final no hay dónde meterse. Tedio de vivir. Al mismo tiempo, deseo fiero de vivir. Más que de vivir, de vida.
14. Quitando obstáculos por el bosque, para poder moverse libremente. Sin obstáculos, el bosque deja de ser el bosque.
15. Inutilidad de desmenuzar los sueños. Aunque no los recordemos, aunque no los comprendamos, aunque no los desmontemos, o tal vez por eso mismo, siempre cumplen su función de drenaje. Si los analizamos puede haber crecidas, grandes inundaciones de la vida diurna. Bendición de no pensar. Dios ayuda a los que no piensan (Walser, Pasavento). Los ayudaría si existiera.
16. Se casaron, tuvieron un hijo y se separaron. El pintor no podía compaginar la vida familiar con el trabajo.
17. Aunque pensamos que es el nuestro, siempre es otro el tren que se mueve primero. La estación no suele moverse.
18. En un sueño, estas palabras escritas en un papel descolorido: «Too daring! Change within change». Demasiado osado, el cambio dentro del cambio.
19. La quimera del hombre que labra su propio destino. El mito del libre albedrío. Impotencia de la omnipotencia. Viceversa.
20. Los amos del universo vuelven a reunirse para arreglarlo todo. Las calles están intransitables. El tráfico, imposible. Sucede cada vez que se reúnen. Atrapados sin salida, como una familia infeliz. Intereses, inercia, desconfianza, egoísmo, fuerza de lo irracional, justicia e injusticia, traumas, memoria colectiva, inconsciente colectivo, inconsciencia. Así en los pueblos como en los hombres. Así en los hombres como en los pueblos. Ninguna razón para ser optimistas. Pero reír, reír, no parar de reír, aprender otra vez la gran lección: la estupidez y la vanidad del hombre son infinitas.
21. Siempre la tentación de no ser un cuerpo, de ser otra cosa. Siempre el deseo de ser otro, como en Antonioni. Se paga cara. Gran explosión de Zabriskie Point, gran fuga de Antonioni. No puedes ser otro. No puedes ser, simplemente. Si no lo tienes no puedes perderlo. Fragmentos del yo en fuga, derramándose por el universo, impregnándose de todas las cosas. O bien: fragmentos del universo en fuga, derramándose por el yo, desprendiéndose de todo ese vacío. Fragmentos que chocan con otros fragmentos. Migas que se deshacen en migas aún más pequeñas.
22. Por la mañana te equivocas y haces café descafeinado. Todo el día medio dormido, sin saber por qué. Por la noche, desvelado, ves que has usado el tarro equivocado.
23. El hombre hierático. Rigor mortis. Rigor vitae.
24. Esterilidad y parálisis de las cosas sagradas. No vienen de ninguna parte ni van a ninguna parte. Inmóviles, apáticas, impasibles, insensibles. Hombre hierático. Cosa inerte entre otras cosas inertes.
25. Ambición. Vanidad. Désœuvrement.
26. La culpabilidad alemana, ovvero Jaspers intentando salvar los muebles. Sacudirse la caspa, pero la caspa está incrustada. Superficial. Oportunista. Indigno. Otro falso maestro. Los verdaderos no tienen nombre. Mejor apartarse, no salir del bosque. En un caso así, mucho mejor callar.
27. Notas por aquí. Notas por allá. La escritura verdadera no comienza nunca. Ni siquiera empieza a comenzar.
28. Tragar. Digerir. Expulsar. No asimilar nada. Expulsarlo todo. Vaciarse. Life as a zero-sum game, la vida como un juego de suma cero. Nada que ganar. Nada que perder.
29. Uniendo los puntos, la línea. Uniendo las líneas, la figura. Uniendo las figuras, el mundo. Uniendo los mundos, la nada. No se une nada.
30. Máquinas de angustia. Ninguna avería. Garantía permanente. No se mueve. Lo mueve todo.
31. Preferir los libros imperfectos en los que se refleja un alma humana, es decir, un cuerpo humano. La perfección siempre es sospechosa. Además no existe.
32. Todo se presta a análisis, hasta la manía de analizar.
33. Un caso muy grave, el más grave que se ha visto. El médico insiste en efectuar un reconocimiento semanal, por si acaso. Para curarse en salud, tal vez, en la salud del desahuciado.
34. Heridas del yo en fuga, plagado de estrellas. Heridas incurables, llagas. Reparaciones chapuceras en el espejo. Parches y más parches. La apariencia de control, el rostro hierático, cubriendo el derrame histérico. La procesión va por dentro. Dentro no hay nada.
35. Te quedaste dormido al volante. Algo en ti quería dormir. Algo en ti sigue queriendo dormir, no dejar de dormir nunca. Psicopatología de la vida cotidiana. No hay coincidencias. No hay azar. Todo tiene sentido. Cuando alguien se duerme, algo en él quiere dormir.
36. «… a veces incluso más de lo que desearíamos saber» (Freud).
37. La mirada siempre arroja zonas de sombra. Mirar también quiere decir: no ver.
38. En toda angustia se esconde un deseo. En todo deseo palpita una angustia.
39. Kunst/Wet. Arts/Loi. Artibvs/Legibvs. Artes/Ley. Yendo hacia París paso un rato esperando en esa estación de metro de Bruselas que simboliza muy bien una de las muchas oposiciones que estructuran mi vida y tanto me facilitan la dulce tarea de vivir. No es Kunst-Wet, unidas por un guión corto y cordial. Es Kunst/Wet, separadas por una barra vertical. Mundos paralelos, incomunicados. Como esa barra, estás en medio, ni lo uno ni lo otro, nada. Kunst/Wet, obras interminables, permanentemente en construcción, rostros perdidos, colores chirriantes, todo patas arriba, poca gente, suciedad, gente triste, todo destartalado, dejado de la mano de Dios. La mano de Dios, Dios muerto, peor, Dios nonato, todo esto para nada, para nadie. A menudo, en esta ciudad, sensación de catástrofe nuclear, inminente o recién ocurrida. Fin del mundo. Dios no ha muerto. No llegó a nacer. Por otra parte, Kunst encierra Kus, el beso. Te acaricia. Te besa. Wet en inglés es húmedo. Humedad insalubre de la norma. Libertad del beso. Humedad saludable del beso. El beso no tiene ley. La ley no tiene labios. Beso sin labios. El beso seco de la ley.
40. En el gran hotel:
– ¿Usted debe ser artista? Fotógrafo, tal vez…
– No. ¿Y usted? ¿Trabaja en el cine?
– No. Soy auditor.
– Auditor…
Vanidad de parecer un artista. Deseo de ser otro. El deseo siempre es deseo del otro y en el fondo deseo de ser otro. Ese otro no existe.
41. En el metro de París reproduzco en mi cabeza los primeros compases del Estudio sinfónico IX. Lágrimas en los ojos.
42. De todos los tiempos, este tiempo. De todos los mundos, este mundo.
43. El miedo de perder la potencia creadora, ahora que empiezas a crear de verdad. La esperanza de perderla, también, de perderla y vivir en paz.
44. El poder siempre sonríe. Se lo puede permitir.
45. «The pilferer of meaningless ideas out which his rejection of life had grown» (Under the Volcano).
46. El placer como en sordina. Una membrana opaca entre la conciencia y la capacidad de disfrutar.
47. Retirado de todo, lejos de todo. Miedo a la muerte en el que se esconde el miedo a la vida.
48. Los caminos del deseo son inescrutables. Caminos de entrada y de salida. Vericuetos. Estrategias. Defensas. Evitación, cuando uno no se fía de sí mismo. Todo ese deseo no cabe en las tripas. Tragar. Digerir. Expulsar todo ese deseo podrido. El deseo es vanidad dirigida al exterior. La vanidad, deseo hecho yo.
49. La sorpresa y el dolor al chocarse con una barrera interna, la primera de una larga serie. Uno nunca está preparado. Nos creíamos libres, omnipotentes, ilimitados, potencia absoluta esperando a la voluntad para ser acto. Ja.
50. Promesas ilusorias de libertad, de placeres nuevos, siempre nuevos. Pero los placeres siempre son viejos, más viejos que el mundo. Ya han sacudido tantos cuerpos que es difícil creerse su frescura.
51. La de rojo. La de verde. La de azul. Encuentros fugaces con los colores elementales. Pour mon seul plaisir. Juegos tontos, para matar el tiempo. Pero es el tiempo el que te mata.
52. La esperanza es la semilla de la desesperanza. No esperar nada.
53. Las cosas no están dentro ni fuera. Todo está en la frontera. Lo externo, internalizado. Lo interno, externalizado. Eres un mecanismo de mediación. Es decir, nada.
54. Reducir el campo de batalla. Admitir y abrazar la zona oscura. Un fondo de inconsciencia indispensable para vivir. El hombre que sabía demasiado. No pasarse de listo.
55. Un hombre joven camina por Broadway, hacia la calle 90. El rostro crispado y tenso, pensando en el pasado y proyectándose en el futuro, ausente del presente, respirando con dificultad, cargando un peso abstracto, insoportable. Se cruza con un americano que camina tranquilo. El americano ve su rostro crispado y le dice: «Let it go!» Un momento de iluminación. Se ha dado cuenta y le ha dicho: «Let it go!» Suéltalo. Libérate. Broadway, hace más de una década. El joven ha recordado a menudo esas palabras: Let it go! El peso y la tensión no han cesado. No ha soltado ningún lastre. Let it go!
56. Rue de Marseille. Camino sin prisa, deambulando por París. Una escuela pública: «École maternelle». «LIBERTÉ, ÉGALITÉ, FRATERNITÉ». A ambos lados, una placa en memoria de los niños judíos deportados. «N’oublions jamais». Placa puesta en el año 2000. Dentro de la escuela, las voces de los niños que juegan en el patio. Como si todo siguiera igual. Cosas que nos sobrecogen, de pronto. Los ojos llenos de lágrimas. Las calles están ahí para leerlas, si sabemos.
57. Rue de Marseille. La inscripción decía así:
«À LA MÉMOIRE DES ÉLÈVES DE CETTE ÉCOLE DÉPORTÉS DE 1942 À 1944 PARCE QUE NÉS JUIFS, VICTIMES DE LA BARBARIE NAZIE ET DU GOUVERNEMENT DE VICHY. ILS FURENT EXTERMINÉS DANS LES CAMPS DE LA MORT. PLUS DE 500 DE CES ENFANTS VIVAIENT DANS LE 10ÈME
25 NOVEMBRE 2000 NE LES OUBLIONS JAMAIS».
58. Juegos de la memoria. Recordaba: «Nos olvidemos nunca». En realidad el texto dice: «Nos los olvidemos nunca». Acordarse de alguien, no de algo. ¿Pero cómo vamos a acordarnos de ellos, si no los conocimos? Pocos los recordarán hoy. Pronto no existirá nadie que pueda recordarlos. «No los olvidemos nunca» quiere decir que no podemos olvidarlos, que ya los hemos olvidado.
59. Niños que iban al colegio y cuyas voces aún resuenan en el patio, como las voces de los niños de hoy. Aunque luego, cuando volví para comprobar lo que decía la placa, el patio estaba vacío, en silencio. Sepulcral. «PLUS DE 500», nos dicen. «No los olvidemos nunca», pero enseguida caemos en la estadística. Más de 500. Los rostros y los nombres se pierden en el número. Más de 500. Un silencio ensordecedor.
60. Se casaron, tuvieron un hijo y el pintor dejó de pintar.
61. «Víctimas inocentes de la barbarie nazi y del gobierno de Vichy». «Víctimas inocentes». Como si en esa historia o en cualquier historia hubiera víctimas culpables, que merecían su destino. «Civiles inocentes», «no había españoles entre las víctimas», etc. El militar, el extranjero… Vidas sacrificables, que pueden quemarse sin problema. Sin remordimientos. Sin culpa.
62. Los bárbaros siempre son los otros. Pleonasmo de «barbarie nazi». La duda es: ¿el gobierno de Vichy habría hecho algo así sin la barbarie nazi? ¿Era menos bárbaro? La respuesta implícita es: los bárbaros son ellos. Nosotros no lo habríamos hecho. El gobierno de Vichy fue un brazo ejecutor que actuaba bajo coacción. Es una culpa reducida, no plena. En el fondo casi no es culpa. La culpa plena y única es de los alemanes. Así han lavado sus conciencias todos los Estados ocupados, incluso Italia, miembro entusiasta del Eje. Sufrieron la barbarie nazi. Ellos no lo habrían hecho. En realidad eran buenos… ¿Y el entusiasmo con el que recibieron a Hitler y abrazaron «la barbarie nazi», como si fuera su salvación? En realidad se trató de una barbarie europea. Entusiasmo, fervor y celo. La culpa es completa, en esos casos. No puede dividirse ni compensarse. Eso sí que se ha olvidado, como tantas otras cosas. Memoria selectiva de los hombres y los pueblos. Imperativo de vida. Nada más humano. Pero nos condena a la historia como sucesión interminable de tristes variaciones. No, de interminable nada. La historia terminará con el hombre. El hombre terminará.
63. Al final de Los emigrantes hay un pasaje sobre las hilanderas de Łódź y una foto de esas hilanderas. Sobre ese pasaje Ruth Franklin dice que «los mecanismos del arte son ilusorios frente a la memoria». «Una abuela no es una figura casi mitológica que, sentada detrás de un telar, lanza al mundo una mirada interrogativa: es una persona real cuyos tormentos, los tormentos reales sufridos durante el Holocausto, no pueden subsumirse en el ciclo de sufrimientos de la existencia en general». La imagen de Sebald «se limita a reemplazar un vacío con una imagen artística. Pero ese vacío está más cerca de la verdad». Desconfianza judía en la representación. Prohibición de la representación. Razones y fundamento de esa prohibición. Ruth Franklin tiene y no tiene razón. Sebald suele ser muy concreto en sus historias. Son personas reales o personajes construidos a partir de personas reales. Como Austerlitz o el pintor Ferber de Los Extranjeros. A veces hay símbolos o esas figuras concretas adquieren un significado simbólico. El símbolo actualiza la tragedia. Nos dice: podría suceder ahora mismo; en cierto modo está sucediendo ahora mismo. Se pierde algo, pero también se gana.
64. Unas palabras y el silencio de unos niños muertos. Una placa para lavar la conciencia de las manchas del olvido. Recuerdo del olvido del recuerdo. En el fondo, olvido.
65. Lágrimas en los ojos, como si tú también fueras víctima, o culpable, o las dos cosas. Verdugo y condenado al mismo tiempo.
66. Luego, las chicas guapas por la calle, de esas chicas que solo existen en París, otras placas (Société pour l’encouragement de l’industrie nationale), y tu propio caminar, tu flânerie sin fin, deliciosa, tu verdadera y en el fondo única vocación, te hacen olvidar a aquellos niños, aquel silencio, los problemas de la conciencia europea, tus problemas. Todo conspira para devolverte a la vida. Una cerveza, y otra, y otra más. Sonríes viendo a la gente que pasa, flotando en la espuma de la cerveza. Estado de dulce inconsciencia. La consciencia no es nada dulce. Vuelta a la flânerie. Pasos lentos y desganados como una música. Kreisleriana. Vacío.
67. La emergencia de la memoria. Ferber, el pintor de Los emigrantes, hunde sus raíces en dos personas reales, una niña de un documental que hablaba de los Kindertransporte y un pintor muy conocido. No nos dice quién es ese pintor, que «no quiere ninguna publicidad», ni se identifica con el personaje creado por Sebald. «Negativa categórica». Me pregunto durante semanas quién es. Pienso en Bacon, en Lucian Freud. Semanas más tarde me siento en un café con mi hijo. Abro el Times, que alguien ha dejado encima de la mesa, y leo un artículo sobre Frank Auerbach, pintor inglés de origen judío. Es él. Misma técnica pictórica. Otros detalles coinciden. Leyendo la entrevista comprendo. Dice que para él perder a sus padres en los campos de concentración y vivir solo desde niño fue una gran liberación. Gran libertad a la hora de elegir su profesión. En vez de estudiar derecho o medicina pudo entregarse por entero a la pintura. Por eso Sebald reconoce que su texto es fraudulento. No responde a la verdad, muy diferente de su intención. Auerbach: una gran libertad.
68. Junto al peso de la historia, la ventaja de olvidarla, la necesidad de olvidarla, de partir de cero, o por lo menos de fingir que partimos de cero. Ventajas de no tener historia. De estar rodeado de muerte, de silencio. Auerbach.
69. O bien: recordar, comprender, luego olvidar. Exactamente lo contrario de lo que suele hacerse.
70. Escritores con librerías detrás, siempre «en su casa de Madrid» (será que tienen varias). Vanidad y exhibicionismo del escritor. Un rostro solo no dice nada. Tristeza de los libros.
71. Otro Auerbach, Erich, el autor de Mimesis. La conquista de la realidad o la invención del mundo real. Escuchando a Edward Said hablar de Mimesis hace muchos años. Reivindicaba el humanismo clásico, la filología tradicional. El autor de Beginnings: Intention & Method renegando públicamente de la French theory.
72. Dice San Agustín: «Más vale perderse en la pasión que perder la pasión». Pathos. Raíces del pensamiento occidental. Raíces de la modernidad. Raíces de nuestra imposibilidad desesperada. Más valdría flotar encima de las pasiones, sin perderlas ni perderse en ellas.
73. Escritores enfermos. El acto mismo de escribir como síntoma. «Ese curioso desorden del comportamiento que lleva a transformar en palabras todo lo que uno siente» (Sebald).
74. La salud mental no existe entre los hombres. Tal vez entre los animales, al menos en los no domésticos. Entre los hombres solo hay diferentes grados y variedades de locura. Unas inofensivas y otras peligrosas. Intervalos de lucidez y momentos de desbordamiento. El ser humano no puede vivir sin enloquecer, al menos un poco. La estructura de la vida no se lo permite. El más cuerdo es el más loco. Quien esté libre de neurosis, que tire la primera piedra. Todos se creen libres, aunque nadie lo está. Una pirámide que llegaría hasta la luna. Amables lunáticos. El esfuerzo sobrehumano por no perder la conciencia. La conciencia como esfuerzo sobrehumano. Maldita conciencia. El hombre le queda grande al hombre.
75. Me gustaba la música de Schubert, Chopin, Mozart y Beethoven, pero solo Schumann me hablaba directamente al corazón. Pequeños pasos del piano. Pianos que caminan entre grandes montañas. Kreisleriana. Estudios sinfónicos. Danzas de los compañeros de David. Paseos solitarios por los angostos paisajes del yo. Melancolía. Schumann estuvo aquí.
76. Los órganos hablan. Acumulación. Amplificación. Sobrecarga. Yo encogido. Fuga del yo. Luto del yo. Los órganos hablan cuando son lo único que puede hablar.
77. Ignorar el yo. Ignorar el mundo. Vivir en el vacío de una alucinación negativa absoluta.
78. Una batalla perdida de antemano. Un desequilibrio programado, intrínseco, inevitable. Una empresa destinada al fracaso. El engaño de vivir engañado. El lastre de querer vivir sin lastres. La barrera sin barreras. La puerta sin puerta. Más y más trampas del yo.
79. La escritura no ayuda a salir del atolladero. Es el atolladero. Un desfiladero angosto y escarpado. Pero no hay vida más allá, ni más acá.
80. Flotar encima de la pasión. En la indiferencia, mantener una esperanza discreta que casi no es esperanza. ¿Qué más podemos hacer?
81. Mimesis. La conquista de la realidad es lenta, en literatura, en pintura, en psicología, en los saberes de la vida, en cierto modo también en la música, en medicina, historia, economía, política, derecho, astronomía, física. En todas las ciencias, naturales y humanas, y en las artes, la conquista de la realidad ha sido un proceso lento, lleno de callejones sin salida, de irrupciones de irrealidad. Al final, la realidad ha sido conquistada, más o menos, pero siempre queda algo que se nos resiste, un núcleo de irrealidad que acecha la realidad contemplada, una duda sobre la realidad de la realidad que pensamos conocer. Hemos creído tenerla y enseguida ha dejado de interesarnos. Tras la supuesta conquista de la realidad habría que conquistar la irrealidad. En vez de conquista digamos invención. O sea, la distancia que separa Ulysses de Finnegan’s Wake. De la figura a la desfiguración. No en el arte abstracto ni en el conceptual, en el fondo más miméticos que el propio naturalismo, porque ni siquiera copian. No re-presentan. Solo presentan. Más bien en el arte que nos da lo que vemos cuando se disgrega la imagen del mundo. Fragmentos, muecas, gritos, lamentos, trozos de realidad, sinsentido. Tras la conquista de la realidad, seguimos avanzando hacia el núcleo vacío de las cosas. Más allá de la figura, el caos primordial y el caos final. Las cosas se disgregan. No. No se disgregan. Su visión definida, unitaria y coherente era una deformación del ojo que las miraba, de la conciencia que se miraba en ellas, resultado de la quimera del yo. Una mentira útil. Fuga del yo. Luto del yo. Schumann antes del fin, buscando con la mirada y con los pies las aguas del Rin, cuando ya todo es música y nada lo es.
82. Dice el artista: «Uno trata de hacer precisamente lo que no puede hacer».
83. Dice el artista: «Auschwitz, probablemente». Años más tarde recibió un paquete con algunos objetos personales, cosas que no quería, que no decían nada a su nuevo yo, en su nueva vida. Entre ellas estaba el reloj de oro de su padre. Lo vendió y con lo que sacó compró pintura, pinceles y telas. Vendió el tiempo de su padre para comprar luz y color. Niños que emigran a América escondidos en una caja de madera. Der Verschollene. Niños que de un día para otro se convierten en adultos, que pueden hacer lo que quieren, que no viven bajo la sombra de sus padres. Niños que quieren pintar y pintan, que quieren escribir y escriben, que quieren bailar y bailan, que no quieren hacer nada y no hacen nada. El padre se ha esfumado. Gran liberación.
84. No hay más que fragmentos. Zuihitsu.
85. La pequeña tiene dos semanas. Dos semanas en este mundo loco.
86. Cuarenta años en este mundo loco. Nunca pensé que llegaría a cumplirlos. Tampoco pensé lo contrario. Simplemente no pensé.
87. Cuando los órganos se ponen a hablar, el yo ya se ha fugado o al menos está planeando su fuga. ¿O es otra cosa, lo que se fuga del yo? ¿Lo que se defiende de él?
88. Instancia unificadora del caos esencial. Traición a uno mismo. Uno mismo como disolución en curso.
89. Se casaron, tuvieron un hijo y el pintor enloqueció. Mejor dicho, su locura, que había estado ahí desde el principio, logró manifestarse.
90. Como la explicación de la etiqueta de la cerveza que acabas de beber, así es la vida: «Elle développe une douce amertume». Con la fermentación, despliega una dulce amargura. Una suave amargura. Vida fermentada.
91. No puede negarse que la estructura de la vida nos lo pone muy difícil.
92. Visita al Kazerne Dossin. ¿Cómo fue posible? Fueron otros. Los otros. Unos locos. Están todos muertos. Somos distintos. Algo así no podría ocurrir hoy. No. Fuimos nosotros. Somos así. Así seguimos. Por la tarde piscina. Un baño de humanidad. Un baño de horror.
93. El triste espectáculo del hombre.
94. «Hay una violencia de lo Neutro, pero esa violencia no puede expresarse. Hay una pasión de lo Neutro, pero esa pasión no tiene nada que ver con el deseo de apropiarse de las cosas» (Barthes).
95. «El cambio es lo que nos ayuda a no osificarnos» (John Cage).
96. «Una vitalidad desesperada, el odio a la muerte». «Una pasión inútil, la vida». Contra Pasolini, contra Sartre, más bien buscar una indiferencia esperanzada, una apatía llena de sentido, abrazando vida y muerte. Blanchot. Sentado, tranquilo, medio muerto y a la vez lleno de vida, de deseo.
97. Meses y meses, años enteros con estos papelitos a cuestas. Fetichismo del papel. Papelitos fermentados. Vanidad sedimentada.
98. Arde el mundo. Por la tarde tenis, hammam y piscina.
99. Aforismos de Zürau. No solo no tenemos un cuerpo sino que tampoco somos un cuerpo: somos un proceso, crecimiento, desarrollo, decadencia y muerte. Sin identidad estable, por lo tanto, sin una configuración estable. Devenir-muerte. Como el destino de todos es el mismo, como todo está destinado a desaparecer de la misma forma, el devenir-muerte quiere decir que no hay lugar para la justicia ni para la culpa. Mimando la estructura de la vida, el horizonte escatológico de la justicia: un disolverse continuo, que anula nuestros esfuerzos en esa dirección. En cualquier dirección.
100. Del paladar al significado. La lengua, el lenguaje. Tragar, digerir, expulsar. El tubo digestivo del sentido y del sinsentido. Y no te olvides de respirar.
101. Al final es todo mucho más sencillo. Pero solo al final.
* publicado en el nº 109 de la revista asturiana Clarín. Oviedo, 2014.
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