ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Sen-en-Mut





Ante los faraones
Ante los faraones.
SEN-EN-MUT Y LA CÁMARA SECRETA

CÉSAR ANTONIO MOLINA


En Deir el-Bahari, a los pies del Dyeser-Dyeseru (el templo funerario o templo de millones de años mandado construir por la reina Hatshepsut), se encuentra la capilla subterránea que excavó el arquitecto Sen-en-Mut, valido y amante de la soberana. El mayordomo de Amón pertenecía a una familia media egipcia. Formó parte de las tropas de Tutmosis I que lucharon contra Nubia. Luego fue nombrado gobernador de la Casa de la hija del faraón, es decir, se convirtió en el maestro y preceptor de la princesa. Él tenía 35 años y ella 14. Llegó a poseer cerca de un centenar de títulos. No tuvo ni esposa ni hijos. Fue en todo fiel a Hatshepsut. Murió probablemente antes que ella. A partir de ese momento, la reina comenzó a perder todo su poder en favor de Tutmosis III, su sobrino. La reina gobernó Egipto durante 21 años (desde 1478 hasta 1458 antes de Cristo). La labor destructora de su memoria por parte del sucesor fue terrible. Incluso la hizo desaparecer de la lista de los faraones. ¿Asesinada? Probablemente no, pero sí apartada, relegada.

Sen-en-Mut siempre estuvo junto a Hatshepsut. Ella era hija de Tutmosis I (1524-1518). Cuentan que era tan bella como Nefertiti. Se casó con su hermanastro Tutmosis II, que reinó del 1518 al 1504 antes de Cristo. Enviudó muy pronto y, debido a la juventud de Tutmosis III (uno de los más grandes faraones de todas las dinastías egipcias), asumió la regencia. Tuvo dos hijas. La primera, Neferu-Ra, aparece muy representada junto a su supuesto padre Sen-en-Mut. Ambas hermanas -seguramente del mismo progenitor- se casaron con Tutmosis III. La segunda, tras morir la primera.

Los arqueólogos españoles Teresa Bedman y Francisco Martín han estado trabajando en este lugar durante los últimos años. Teresa decide esperarnos fuera, mientras Francisco inicia el descenso conmigo. La luz del día penetra hasta muy avanzada la caminata. Pisamos sobre una estructura escalonada de madera con pasamanos. De repente, las tinieblas. "Estoy entre las tinieblas, como ciego", diría Rilke. Pasos más abajo, la ingeniería del hombre moderno da paso a los viejos escalones térreos de los antiguos egipcios. Bajamos en silencio, y cuando estamos en el muro norte, a la altura del resbaladizo octavo escalón, antes de descender a la primera cámara, mi guía enfoca su linterna contra la pared. Surge entonces de improviso el rostro de un hombre. Nos mira fijamente. El autorretrato que lleva allí impertérrito desde hace más de tres milenios fue dibujado con tinta negra sobre una superficie estucada. Cuatro líneas rojas formando una cuadrícula lo enmarcan. Quizá el busto vigila la entrada. El anfitrión se presenta al huésped, al desconocido, al visitante del futuro y le pide que sea respetuoso con el lugar que guarda su memoria. Los jeroglíficos enfrentados al rostro reproducen el nombre de Sen-en-Mut y añaden uno de sus títulos más queridos, "mayordomo de Amón".

Pocos espacios me han causado tan profunda emoción. La cámara, según Francisco la va iluminando, es de una belleza inusitada. Allí nos dejamos acunar bajo el mismo cielo de otra época: estrellas, constelaciones, planetas, los círculos lunares que muestran los 12 meses del calendario egipcio. Inscripciones jeroglíficas, dibujos, textos religiosos. Además, hay diferentes referencias a Hatshepsut. Estamos bajo un techo astronómico, en una capilla que contiene el más antiguo mapa celeste. Con esta guía del cielo nocturno se fijan los momentos exactos para ser leídos los fragmentos de los textos religiosos de las paredes. Francisco se sitúa con la linterna en el centro de la sala como si fuera un sol oculto por las tinieblas. Yo doy vueltas como un planeta sin rumbo. Enumera pormenorizadamente todos los simbolismos y añade algo de nuevo emocionante. Las mediciones actualizadas han permitido comprobar que, según este plano, la Osa Mayor se encuentra situada en el exacto lugar o declinación que le correspondería en el cielo bajo el cual Sen-en-Mut vivió. ¡Qué privilegio encontrarnos bajo el amparo de ese mismo decorado que el arquitecto vio hace miles de años!

Probablemente Sen-en-Mut construyó este hipogeo para enterrarse. Luego no fue así, pues su verdadera tumba está cerca del templo de Dyeser-Dyeseru (aunque se desconoce, finalmente, dónde fue enterrado). Por las medidas del corredor y las estancias no parece que aquí pudiera caber un sarcófago del tamaño correspondiente a la importancia de este personaje. Teresa y Francisco piensan que, en realidad, lo que hizo Sen-en-Mut fue construir una capilla extraordinaria semejante a las de Dyeser-Dyeseru. Bajo el templo de Hatshepsut, el arquitecto y político más poderoso de su tiempo tenía un lugar secreto donde se transformaba en un igual a los faraones. Allí estaba su biografía, allí estaba representada la devoción hacia Hatshepsut y las plegarias para resucitar en el otro mundo.

Bajamos a la otra cámara. Esta estancia carece de decoración, aunque hay algunas marcas y grafitos. A pesar de que es un espacio desolado, produce una sensación aún más misteriosa, pues estamos ya en las profundidades. Desde la puerta de entrada habremos caminado unos 50 metros. El profundo silencio y la densa oscuridad se hacen cada vez más espesos. Sin embargo, no siento ni frío ni calor. Aún queda una tercera y última sala más hundida. Llegamos a ella descendiendo por una rampa. El mayordomo de Amón navegaba eternamente en la barca de Ra (el gran dios responsable del ciclo de la muerte y la resurrección) a través del firmamento simbolizado en la forma abovedada del techo. Aquí se termina la construcción. Es un callejón sin salida. Ahora estamos justo debajo de la primera terraza del templo de millones de años de Hatshepsut.

Herbert Winlock hizo este hallazgo en 1927. No le dio mucha importancia. Tampoco llegó a limpiarlo, restaurarlo, interpretarlo y ponerlo en valor como lo han hecho Teresa y Francisco. Winlock empaquetó alguno de los objetos que encontró y se los llevó al Museo Metropolitano de Nueva York.

Hemos llegado al final del viaje al Más allá y reemprendemos ahora la ascensión. "Darkness before, and danger's voice behind", es un verso de Wordsworth (con la oscuridad delante y la voz del peligro detrás). La rampa y escaleras se muestran resbaladizas como si no quisieran desprenderse de nosotros. Cada uno se emplea a fondo en esta escalada. Yo voy delante y me apresuro. Llego a la superficie jadeando. Teresa está de guardia sentada bajo una lona blanca. Al verme se levanta, se acerca nerviosa y me mira con expectación. Yo sonrío y la abrazo.

El trabajo de Teresa Bedman y Francisco Martín ha sido extraordinario. Dos conciudadanos han empleado parte de su vida en recomponer minuciosamente la memoria de dos grandes personajes y amantes a quienes quisieron borrar de la historia. Teresa, Francisco, Sen-en-Mut, Hatshepsut, todos contemporáneos en la tierra o en el más allá. Ellos vivos gracias a nuestros arqueólogos, los arqueólogos vivos gracias a su eternidad.

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