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ALGUNOS LIBROS CON BARCELONA AL FONDO
Vida privada, de Josep María de Sagarra. Ante todo, este libro. Imprescindible. Deslumbrante crónica social muy burlona, escrita en los años veinte, de una normalidad europea que no tenían las demás obras catalanas de la época.
Sigamos. Juan Marsé y su fascinante creación de un barrio barcelonés de la postguerra. “Podría reconstruir la calle del Escorial de memoria, casa por casa, esquina por esquina”. Aunque algunos creen que es un barrio real, de hecho es un barrio mental, una sutil mezcla de las antiguas barriadas de La Salud y el Carmelo, las del Guinardó y Gràcia, pero también es un territorio mental en continua expansión, un barrio perfectamente inventado, donde cada día cierran los comercios a la hora en que lo decide Marsé.
Conozco bien ese barrio, como también la parte baja de la calle Aribau, que tantas veces he reconstruido al pensar en Nada, de Carmen Laforet (en los años de mi primera juventud, esa novela me dijo mucho de los largos pasillos de las lóbregas casas de mi propia familia, oscura gente del Eixample).
Las Rumbas de Joan de Sagarra, un libro de los años setenta, imprescindible para poder acordarse de aquella Barcelona canalla que sabía reírse de sí misma y de todo lo demás. Y el genial dietario barcelonés de Ignacio Vidal-Folch, Lo que cuenta es la ilusión, así como su Barcelona: Museo secreto, una especie de ensayo-guía de la ciudad.
El pie de la letra, libro de ensayos de Gil de Biedma. Ahí destaca su texto Revista de bares, que me permitió averiguar de dónde procedía mi sonambulismo barcelonés. Está aún por estudiar la relación de este poeta con su ciudad. “Barcelona es la luz submarina de los portales del Ensanche vistos desde el tranvía al volver del colegio”.
La Rodoreda y su Plaça del Diamant, una novela poblada de seres inocentes, atropellados por la siniestra criminalidad de unos y de otros. La Barcelona de cultura, de Pere Gimferrer. El aprendizaje del humor más inteligente -¿hay humor si no hay inteligencia?- con el brillante Eduardo Mendoza, pero también con Casavella, con el Terenci Moix de sus Memorias, con Enric González y su pasión por el Espanyol.
Con humor más variable, las detectivescas comidas opíparas de Carvallo alias Vázquez Montalbán; el mundo sorprendente de Muntaner 38, la genial novela de Garriga Vela, construida sin saberlo en el mismo lugar donde se fundó el Cau Ferrat y a diez metros de donde mataron a los hermanos Badía; la Barcelona absolutamente inquietante de los cuentos –cada día más magistrales- del gran Sergi Pàmies; la poesía del gran J. V. Foix, al que de joven espié en su pastelería del barrio de Sarrià, en Barcelona: estaba siempre detrás del taulell, junto a la caja registradora… Tiene un poema en prosa (“Anava sola i dreta al bell mig d'un autobús…”) que a los quince años me llevó directamente a la literatura; decidí que sería escritor después de leer ese poema sobre ese autobús barcelonés que ahora mismo no sabría decirles exactamente dónde podríamos encontrarlo.
ENRIQUE VILA-MATAS
* Publicado en Time Out, abril 2014 |