Ulrich
Vivian Maier, V-M, Fernando Castro Florez
Total
Entre otros dos Vila-Matas
V-M, farmacéutico
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FARMACIAS DISTANTES
Conservo la memoria de Antonio y su hijo, pobres de solemnidad, sentados en el
bordillo de una acera de Roma en un descanso de su búsqueda de una bicicleta esencial para el
padre si quería sacar adelante a su familia. Hablo de una imagen de Ladri di biciclette (Ladrón
de bicicletas) de Vittorio de Sica, una de las mejores películas de todos los tiempos. A mi padre
le impresionó –diría incluso que le afectó– cuando la vio en el invierno de 1950 y quizás llegó a
identificarse con aquel hombre de Roma que trataba, como él, de huir de la miseria más
absoluta.
No mucho tiempo después de aquel invierno, a mis siete años acompañaba yo a mi
padre por la parte alta de Barcelona, donde él se dedicaba a medir con una cinta métrica la
longitud de las aceras y la distancia que había entre farmacia y farmacia, ya que la ley exigía
una cifra muy concreta de metros para autorizar una nueva. Contaba mi padre con la promesa de
la ayuda económica de un familiar en el caso de que encontrara un local donde estuviera
permitido instalar una nueva farmacia. Íbamos a veces casi por el suelo por la parte alta, por
decirlo de alguna manera.
Mucho antes de que mitificara los solitarios paseos de Rousseau y
Robert Walser, mi padre y yo paseábamos de un modo distinto, a merced de la brújula de
aquella cinta métrica de la que tanto dependía todo.
Mi recuerdo más nítido: cerca de la plaza Bonanova, mi padre, tras guardar la cinta en
su bolsillo y dar así por terminada la jornada, me preguntó de repente qué quería ser de mayor.
Se trataba de una pregunta a los niños muy frecuente en aquellos días, porque no había futuro.
– Director de circo –dije.
Y todavía hoy me pregunto por qué dije “director”
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Pasavento en la alfombra
de la farmacia
“Ya no podré pasar por la rue Vaneau sin pensar en Vila-Matas”, escribió Maurice
Nadeau, tras leer Doctor Pasavento. Y desde entonces ya no puedo pasar por la rue Vaneau sin
pensar en Nadeau. A primera vista, es una vía muy breve y tranquila en la que no ocurre nada.
Pero en tan breve tramo puede allí uno encontrarse con la casa de André Gide, la embajada de
Siria, la bella mansión de Chanaleilles, la farmacia Dupeyroux, el Hotel de Suède, el primer
apartamento de Marx en París… Un día, habiendo ya oscurecido, en la casa deshabitada que hay
frente a la farmacia Dupeyroux vi dos angustiosas siluetas, muy apretadas e inmóviles en una de
las dos ventanas iluminadas. Eso tampoco lo he olvidado.
ENRIQUE VILA-MATAS |