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Acerca de PORQUE ELLA NO LO PIDIÓ (Sophie Calle)
Ya desde el momento de publicarlo, pensé que Porque ella no lo pidió, el relato que habla de mi relación con Sophie Calle, debería haber sido editado de forma independiente, como un libro aparte y no dentro un conjunto de relatos.
Ahora por fin, en New Directions, Porque ella no lo pidió iniciará en noviembre de este año en Nueva York (Because She Never Asked, traducción de Valerie Miles) una vida propia, es decir, constituirá un libro por sí solo. “Nobody imitated Sophie Calle better than Rita Malú. Rita liked to be considered an artist, though she wasn’t at all sure of being one…” Me gusta mucho esta historia que empezó cuando en París llegué con Sophie Calle a un pacto que de algún modo se parecía al de los dos viajeros de Extraños en un tren, aquellos dos tipos creados por Patricia Highsmith que acuerdan asesinar a sus enemigos mutuos al mismo tiempo. En nuestro caso, el pacto, menos criminal, consistió en acordar que durante un año yo le escribiría a Sophie la vida, y ella la viviría.
En cuanto firmamos aquel pacto, vi que estábamos al inicio de una novela fascinante, y puse enseguida manos a la obra, le escribí a Sophie su vida durante el siguiente mes: en mi historia, debía ella viajar a las Azores y descubrir una casa desierta junto a un acantilado, una casa en la que yo sabía que había un fantasma, al que estaba seguro que ella sería capaz de fotografiar. Pero pasaron días y luego semanas y hasta meses y ella –como ocurre con el segundo asesino de Extraños en un tren- no se decidía a actuar; en su caso, a vivir lo que le había escrito.
Empezó a ser terrible porque si Sophie no ejecutaba su parte, yo no podía seguir escribiéndole su vida y corría el peligro, además, de quedar bloqueado para siempre, esperando a que ella moviera ficha… Viendo que Sophie no se ponía en marcha y que yo de modo muy peligroso me estaba convirtiendo en un escritor paralizado, decidí salvarme como fuera y al menos escribir un relato en el que contaría mi historia frustrada con ella.
Me ocurrió entonces algo bien extraño: normalmente nosotros, los narradores, tratamos de que parezcan verdaderas nuestras historias de ficción. Dicho de otro modo, relatamos acontecimientos imaginarios como si hubieran sucedido, les insuflamos apariencia de realidad a pesar de que han nacido en nuestra imaginación… Hacemos esto porque una vida no da para demasiadas cosas y a veces muchos de los que nos dedicamos a escribir no llegamos a tener ni una sola historia de nuestra vida verdadera que sea interesante para contar.
Y aquí viene lo más raro de lo que me pasó con Sophie. Por primera vez contaba con una historia que me había ocurrido a mí y que era interesante para contar, pero esa historia había quedado tan tempranamente truncada que no tenía estructura de cuento, no podía llegar a parecerse nunca a un relato literario. Eso me hizo comprender que, sólo si construía una ficción que se infiltrara en medio de aquellos hechos reales, lograría, al escribirla, encontrarle un cierre a la narración y así darle un sentido a la historia que había vivido de verdad.
Pensé, no sin sarcasmo: ya es mala suerte que para una vez que me pasa algo interesante, la necesidad de hacerlo verosímil me obligue a añadirle al relato una parte inventada y, encima, a tener que decir que fui yo quien buscó a Sophie y que ella en momento alguno me pidió nunca nada. Y pensé también: ya es mala suerte que la primera historia con cierto empaque de mi vida tenga que falsearla por motivos técnicos, hacer como si aquella petición ella sólo se la hubiera hecho a Paul Auster, que, como se sabe, resolvió el asunto dictándole una “intervención callejera” en Nueva York que tituló Porque ella me lo pidió.
Y a mí, de verdad, ¿no me pidió nada?
ENRIQUE VILA-MATAS
* Publicado en el número 0I del diario Ahora. 17 de abril 2015
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