Foto realizada en Oaxaca por Juan Rulfo.
Foto realizada por Juan Rulfo.
Jorge Luis Borges y Juan-Rulfo, 1973.
Foto de Rogelio Cuéllar.
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JUAN RULFO Y LO INDECIBLE (*)
Ha dicho que Rulfo es de los autores que le paralizan. ¿De alguna manera es, como diría Blanchot, incomunicable?
Pedro Páramo, en concreto, me paraliza, quizás porque leerlo fue una experiencia literalmente extraordinaria, parecida a la que tenemos cuando un sueño es tan intenso –más intenso que la vida– que acaba convirtiéndosenos en incomunicable para los demás. En mi opinión, cuando se da un caso así y uno ve que no va a poder transmitir nunca, con la misma intensidad, esa emoción y mensaje que contenía el sueño, lo más sensato es arrodillarse ante el famoso precepto: “De lo que no se puede hablar hay que callar”.
Leyó a Rulfo antes de sus primeros viajes a México, tan presentes en su obra. ¿Le interesa que Rulfo sea mexicano?
Sí, lo leí antes de mis viajes a México. Empecé con su cuento Luvina, que me impresionó mucho. En uno de mis primeros viajes a México, recuerdo que pasé el Día de los Muertos junto al lago de Pátzcuaro y creí que estaba metido dentro de Pedro Páramo, es decir, en una especie de paraíso en la tierra, convertido en un infierno.
¿Está de acuerdo con Borges cuando dice que Pedro Páramo es una de las “mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aún de la literatura”?
Es una novela perfecta, escrita por uno de los cinco mejores narradores del siglo pasado. Es tan perfecta que apenas se puede añadir algo más a esto, acaso tan sólo añadir: sin comentarios. Y evocar aquí que, cuando la leí, sentí que me había quedado aún más solo de lo que sentía que estaba, aunque extrañamente en comunidad, quizás en la comunidad de lo indecible.
ENRIQUE VILA-MATAS
* Breve entrevista en Letras Libres. Mayo 2017.
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