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“PALABRAS TUYAS Y PALABRAS DE OTROS, 2”
TÚA BLESA
(Sí, hay más.)
El escritor joven de Mujer en el espejo contemplando el paisaje (1973), luego En un lugar solitario, es autor, sabrá el lector, de “un relato juvenil de aventuras” (50) y de
unos versos que recitará en el entierro de su madre (56), versos en una carta, o versos y
una carta, esto queda sin precisar, pues más adelante escribirá que en el entierro “me
desplomé sobre la cruz del leño a cuyo pie del árbol dejé escrita una carta cuyo texto era
copia del diario poético de mi abuela” (70), donde deja expresa su condición de
reescritor, lo que el lector ya sabía por las palabras que copia del relato de aventuras
unas páginas antes (véase en “la vida de los otros” “palabras tuyas y palabras de otros,
1”). El caso es que el ya escritor se dispone de nuevo a escribir, a comenzar su novela y
antes —un antes que es a la vez el ahora mismo del comienzo de la escritura— se dirige
a sí mismo para decirse: “Elige tu mejor aspecto […] y busca las palabras que han de
llevarte al silencio pues llegó la hora de mirar de frente la vida cuando ya no te queda
vida” (7), frases en las que anticipa el final, el silencio que cierra todo texto, aunque se
puede leer también que deja caer el presagio de una muerte próxima, el silencio como
metáfora de la muerte, una más de las muertes que contará en la novela. Hay que
comenzar y hay que elegir y, dado que lo que ha de comenzarse es un texto, lo que hay
que elegir es palabras, las primeras palabras. ¿Qué elige el narrador-escritor de Mujer en
el espejo, qué signos en ese momento de ansiedad del comienzo? El lector lo imagina
ante la hoja de papel, lo ve, se diría, dirigiendo la mirada a los libros que le rodean,
cómo elige uno de ellos, lo abre y lee allí unas palabras: “Elige tu más hermosa
claridad”, palabras que se transforman en “Elige tu mejor aspecto”, las escribe y la
ansiedad de la elección de los primeros signos ha desaparecido. La frase que he copiado
es el comienzo del poema de Juan Larrea “Un fois por toutes”, incluido en Versión
celeste, que se había publicado en 1970 (Barcelona, Barral Ediciones). Estos son sus
primeros versos: “Elis ton plus beau jour et ton cœur préféré / c’est l’heure de s’assesoir
au milieu d’une vie / il ne te reste que ce peu d’eau” (Larrea, 1970: 154) y copio a
continuación algunas frases de la traducción de Gerardo Diego en redonda y algunos
pasajes de Mujer en el espejo en cursiva:
Elige tu más hermosa claridad y tu corazón preferido
Elige tu mejor aspecto que la noche […], ponte tu corazón preferido
es hora de sentarse en medio de la vida
llegó la hora de mirar de frente la vida
ya no te queda sino este poco de agua
cuando ya no te queda vida y tan solo dispones de esta noche
(Larrea, 1970: 155; Mujer: 7)
Las identidades léxicas y las semánticas evidencian que el narrador-escritor tenía a la
vista Versión celeste de Larrea, uno de los vanguardistas más genuinos de la literatura
española, poeta al que la ansiedad del decir le llevó a renunciar a la lengua propia y
eligió el francés, lectura que para el novelista será el bálsamo que disipe la ansiedad del
comienzo y trace sus primeros signos, renunciando él también a su propia habla y elegir
la de otro. Reescritura: palabras de otro hechas palabras suyas, doble escritura. Unas
pocas palabras más adelante en Mujer en el espejo se sigue diciendo el escritor “algún
día yo era joven guardando la debida compostura al contemplar a mi madre colgada de
su ventana gesticulando […] y yo no sentía ni la más remota inclinación a decirle tu
desnudez pone en libertad a un número indefinido de pájaros, única frase de aliento que
me viene a la memoria” (7). Si la situación es excepcional, no es menos excepcional la
frase que el hijo no se sintió inclinado a decir nada menos que como frase de aliento. No
es solo lo citado lo que ha sido apropiado, en el citado volumen de Larrea, en el poema
“Signes d’anxiété”, se lee “ta nudité libère un nombre indéfini d’oiseaux” (Larrea, 1970:
158), lo que traducido por Luis Felipe Vivanco dice “tu desnudez pone en libertad un
número indefinido de pájaros”: palabras de otro, palabras apropiadas y ya propias,
intertextualidad, copia, práctica del apropiacionismo, síntomas de un síndrome, de la
enfermedad curativa de la escritura que es el “síndrome Pierre Menard”, para decirlo
con la expresión que propuse para esta práctica en Scriptor ludens. Ensayo sobre la
poesía Ignacio Prat (Zaragoza, Lola Editorial, 1990: 97). |