ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Eclipse de sol en la catedral de Palermo
Eclipse de sol captado en el suelo
de la catedral de Palermo
(foto Vila-Matas)





TRADUIRE UN TRADUCTEUR DE FICTION

André Gabastou



NUEVAS TENDENCIAS
EN LA LITERATURA ITALIANA CONTEMPORÁNEA


PINO CACUCCI


Con el establecimiento del nuevo milenio, una ráfaga de aire innovadora ha empezado a soplar en las librerías italianas. Un creciente número de escritores ha abandonado el minimalismo que caracterizaba a la narrativa de los años 80 y, en buena parte, también a la de los 90, desdeñando cada vez más el intimismo y los microcosmos familiares para, en cambio, dedicarse a explotar la realidad circundante para escribir novelas de tramas complejas y cargadas de compromiso social. Así, narrando hechos italianos, desafían finalmente una aseveración provocadora según la cual “es imposible contar en las novelas la realidad italiana, pues ésta supera toda fantasía”.

Muchos de estos autores han surgido recurriendo al genere giallo (novela negra), pero ya sin urdir intrigas obsoletas mediante un investigador que trata de descubrir a un asesino, sino más bien echando mano de la trama noir para contar abusos del poder, injusticias, devastaciones ambientales y marginación, o para describir el degrado de nuestras ciudades y el creciente racismo en contra de los inmigrados. Entre éstos, cabe citar a Carlo Lucarelli, o a Marcello Fois. Este último, habiendo surgido con novelas de “género” para narrar la compleja realidad de su tierra, la isla de Cerdeña, con su reciente Memoria del vuoto - probablemente su obra cumbre absoluta - nos ha entregado una novela histórica centrada en la figura de un bandido que realmente existió, a través de cuyas aventuras recrea un fresco de la sociedad sarda de inicios del siglo XX. Esto mismo puede decirse de Massimo Carlotto, en cuyas novelas emerge la intriga entre criminalidad y poderes fuertes, y de Giancarlo De Cataldo, autor de Romanzo criminale (publicada en 2002), un libro de aparente fiction en el cual reconstruye las empresas de la llamada “Banda della Magliana”, una organización de narcotraficantes y secuestradores relacionados con el neofascismo que ha actuado en colusión con algunos sectores del poder político en Roma, una mezcla de delincuentes y terroristas cómplices de los servicios secretos “desviados”. Romanzo criminale ha causado un gran impacto en los lectores y en la sociedad italiana. Un impacto que sólo ha superado Gomorra de Roberto Saviano, en este caso no se trata de una novela sino la narración documentada de los desastres sociales y ambientales provocados por la mafia de Nápoles, la camorra, y que a Saviano le está costando una existencia de perseguido: tiene que vivir constantemente escoltado por seis carabineros, en casas secretas, y a apenas 28 años se repite para él la vida de “clandestino” de Salman Rushdie. Saviano ha sido amenazado de muerte por los jefes de la camorra y está pensando seriamente en refugiarse en otro país, lejos de Italia.

Posteriormente, la novela de compromiso social ha ampliado sus horizontes sin limitarse ya a un “género”, abarcando la recuperación de la memoria, no sólo la memoria italiana sino también la internacional; en este sentido,  hoy se habla cada vez más a menudo de “nueva novela épica”. Quienes han acuñado este término son los cinco escritores que se ocultan bajo la firma colectiva Wu Ming (cuyo significado en chino es “Ningún Nombre”), y que antes surgieron como Luther Blisset, con la novela Q, en la cual las aventuras recorrían la Europa del siglo XVI. Esta novela ha sido traducida a muchas lenguas y ha recibido buena atención del público también en México. Todos los escritores hasta aquí citados podrían circunscribirse en la definición de “nueva novela épica”, en muchos casos no con la totalidad de su obra sino con algunos de sus libros. Aunque tienen presente la gran tradición de la novela histórica italiana, que va de Tomasi di Lampedusa a Pirandelo, de Manzoni a Pratolini, de Anna Banti a Bacchelli, llegando hasta nuestros días con algunos casos aislados pero de notable fama, como El nombre de la rosa de Umberto Eco, los escritores que se reconocen en esta nueva tendencia de la literatura contemporánea italiana llevan a cabo una exhaustiva investigación hemerográfica para reconstruir las incontables historias de seres humanos olvidados por la Historia (con mayúscula), y a la par están “en las calles”, es decir interpretan la realidad actual también a través de la investigación de los hechos del pasado. Tal es el caso del ya citado Carlo Lucarelli con su reciente L’ottava vibrazione, ambientada en la época del colonialismo italiano en África, Andrea Camilleri con La presa di Macallè, o Massimo Carlotto con Cristiani di Allah, donde evoca las gestas de los corsarios africanos en el Mediterráneo del siglo XVI. Carlotto es también autor de una novela-documental, Le irregolari, ambientada en el Buenos Aires de los desaparecidos, la cual reconstruye las trágicas peripecias de las madres y abuelas de Plaza de Mayo (Estela Carlotto es su tía, y forma parte de la migración italiana en Argentina). Otro fúlgido ejemplo es Maurizio Maggiani con sus dos novelas de altos vuelos: Il coraggio del pettirosso y La regina disadorna. Muchos de estos escritores –con una edad que oscila entre los treinta y cinco y los cincuenta y cinco años- cuentan entre sus inspiradores a varios autores latinoamericanos que desde hace más tiempo recurren a la novela histórica o “policiaca” o de “nueva épica” o “nueva aventura” para narrar la historia olvidada y la realidad actual, como el mexicano Paco Ignacio Taibo II, el chileno Luis Sepúlveda, el argenmex Rolo Diez, el uruguayo-cubano Daniel Chavarría, el uruguayo Eduardo Galeano… No es casual que los Wu Ming, en un reciente debate acerca de cómo definir la “nueva novela épica”, hayan citado este texto de Paco Ignacio Taibo II, una verdadera declaración de  motivos para varios autores italianos:

“Se trataba (y se sigue tratando) de aceptar determinados códigos de género para luego violarlos, violentarlos, llevarlos al límite… y al mismo tiempo explotar los recursos de la novela de aventuras (los elementos comunes a la literatura de acción: misterio, complejidad de la trama, peripecias, fuerte presencia anecdótica). El escritor se sienta ante el teclado y no lo dice en voz alta, pero piensa que está harto de experimentos, que hay que contar historias y que la experimentación, sin más pretensiones en los últimos años, debe ponerse al servicio de la trama: porque sabe que, con los tiempos que corren, el oficio de un narrador consiste en contar mucho y, de paso, inventar mitos, crear utopías, erigir arquitecturas narrativas extremadamente atrevidas, recrear personajes en los límites de la verosimilitud.”

La utopía es un término útil para entender lo que anima a estos escritores que obtienen un creciente éxito entre los lectores. Se trata de la utopía de una sociedad más justa y donde el poder político ya no es cómplice ni instrumento del crimen organizado que ha impulsado a Roberto Saviano a escribir Gomorra y a poner en riesgo su vida. O bien la utopía de los ideales que han enardecido a las Asturias en los años 30 y cuyas revueltas sociales de los mineros fueron reconstruidos por Bruno Arpaia en la novela Tempo perso, o la utopía de oponerse al capitalismo (en los Estados Unidos como en otras latitudes) que permea algunas novelas de Valerio Evangelisti, así como buena parte de la obra literaria de Stefano Tassinari, que llega incluso a ambientar una novela, I segni sulla pelle, en la masacre de manifestantes en el G8 de Génova en 2001.

Memoria y reivindicación constituyen los cimientos de las novelas de tantas escritoras, tal vez menos atraídas por los “géneros literarios” (si bien célebres en el campo del “noir social”, entre ellas Grazia Verasani o Simona Vinci, o Nicoletta Vallorani, quien se dio a conocer con la narrativa de género para luego escribir mucho y de manera muy variada, incluyendo libro para niños). Para todas ellas, a menudo es válida la mezcla de diversa inspiración, donde la memoria permea sobre todo la obra de Melania Mazzuccato, y de Benedetta Cibrario, quien ambienta su muy reciente novela, Rosso vermiglio, en un siglo de historia de Italia y de Europa Central. Paralelamente, Silvia Ballestra se da a conocer con algunas novelas que tenían como protagonistas a los jóvenes de su generación en los años 80, desilusionados y un tanto desesperados, para luego incorporar argumentos más estrictamente sociales, de recuperación de la memoria y de reivindicación de la cotidiana lucha de las mujeres para hacer valer sus propios derechos, como por ejemplo Contro le donne nei secoli dei secoli.

Consideración a parte merecería la obra total de Stefano Benni, permeada de “comicidad política”, siempre pletórica de aguda ironía, pero sobre todo capaz de ilustrar vicios y virtudes de la sociedad italiana –y desmanes de los corruptos- recurriendo a un lenguaje del todo nuevo, extraordinariamente dotado de inventiva y creatividad.

Por último (pidiendo perdón a las tantas y tantos que no he citado) crece el interés por la narrativa de viaje, un género desde hace años olvidado y ahora muy revalorado –tal vez parte del mérito corresponde a Tiziano Terzani, muerto recientemente- quien supo darle al viandante la dignidad del gran narrador. Siguiendo sus huellas crecen muchos autores, capaces de contarnos la humanidad conocida a lo largo del camino, con participación e involucramiento. Después de todo, un libro es también un compañero de viaje que nos lleva de paseo por el mundo mientras estamos cómodamente sentados, y nos conduce de la mano por los meandros de la memoria, de las biografías de personas inestimables, y nos apasiona con las descripciones de épicas aventuras…

(Traducción de Tomás Serrano)
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