Honoris causa, Mérida (Venezuela)
» Blog de Antón Castro «
EVOCACIÓN DE JEAN SEBERG
Antón Castro
|
NOTAS DE UN DIETARIO VOLUBLE
ANTÓN CASTRO*
El nuevo libro de Enrique Vila-Matas es probablemente uno de los mejores dietarios que he leído nunca: Dietario voluble. Que he leído, que releo estos días, en la cama, en el bus, en el café mientras espero. O por lo menos es uno de los que más me satisface: todo el rato me sugiere cosas que me gustan, cosas que sueño, cosas que querría saber hacer. Todo el rato me invita a escribir. Está lleno de ideas, de momentos felices e inquietantes, de incitaciones en cada página. Es un libro lleno de relámpagos sobre la enfermedad de la escritura, sobre la adicción a la lectura. Es un libro sobre los libros y los escritores, de nuevo, con una maestría ya clásica en Vila-Matas y a la vez nueva, como más libre e irónica. Y es un libro sobre cómo alguien, aquí o allá, en un hotel de Sofía, en un paseo o en su propia habitación, se transforma en un animal literario. O un animal a secas, soñado más o menos por Kafka.
Leo, por ejemplo:
-Si estoy a solas en casa y entra una solitaria y banal mosca, me acuerdo inmediatamente de Kafka cuando en un relato decía que su quinto hijo era tan insignificante que uno se sentía literalmente en su compañía.
Leo algo más atrás, sobre ese personaje fascinante llamado Sophie Calle, la fotógrafa:
-¿Y Sophie Calle? He aceptado su propuesta de escribirle una historia que ella luego tratará de vivir. Se lo he prometido en el Café de Flore. Y unas horas más tarde he vuelto a prometérselo, esta vez mentalmente, en medio de esa maravillosa oficina de Correos que hay en la rua Littré, esquina rue de Rennes: oficina de relajada atmósfera, potente calefacción, cordialidad, y hoy, encima, con Billie Holiday de portentosa música ambiental. Digan lo que digan Francia es fantástica.
[Creo que esta es la anécdota real o ficticia que da lugar a uno de los mejores cuentos de Exploradores del abismo de Enrique, publicado en Anagrama el pasado año.]
Por cierto, algunas páginas más adelante, Enrique escribe:
-Ayer Sophie Calle me envió su libro Prenez soin de vous (Cuídate). Cuando vi que también podía traducirse por Que Dios te ampare, sentí cierto escalofrío. ¿Se estaría sutilmente despidiendo de mí?
[Durante algunos años, Enrique y yo hablábamos una vez al mes y nos escribíamos mucho. Siempre le despedía igual: Cuídate. Cuídate mucho.]
Y leo más adelante esto que ya he leído en otra parte, porque muchos de estos textos han aparecido en prensa:
-Tengo una táctica ante cualquier enemigo que pueda surgirme: cuando ataca, no me doy por enterado, practico la indiferencia, y pueden pasar años; no complazco al adversario respondiéndole y haciéndole propaganda, dejo que siga roído por la envidia, que siga en su ciénaga aspirando a ocupar mi lugar, ese estrado inalcanzable. Cuando el enemigo se retira, le persigo. Cuando está fatigado o veo que el imbécil ya olvidó sus pullas, ataco. Despiadadamente.
Y cierro esta nota, porque tengo que escribir para el periódico, con esta nota curiosa, que tiene algo de juego de espejos. Algunas cosas que dice sobre Gracq y su libro también podría ser una buena definición de ese escritor que tiende a volverse infinito, o por lo menos muy frondoso, que es Enrique Vila-Matas:
-Leyendo escribiendo, de Julián Gracq, es sin duda uno de mis libros favoritos. La escritura se origina en la lectura, se escribe porque otros antes que nosotros han escrito y se lee porque otros antes que nosotros han leído. Leyendo escribiendo es el libro de un lector que escribe. Gracq es, por este orden, lector, escritor y crítico: “Lo que muy a menudo es ajeno a un crítico, pero está casi siempre muy presente en el autor: la noción de gasto vital implícito en una obra, y su evaluación”.
Y unos centímetros más arriba, encuentro esta declaración:
-Busco el recogimiento, porque suele ser más interesante la literatura que la vida. No sé si es paradójico, pero me gusta muchísimo la vida porque, digan lo que digan, se parece a una gran novela.
Hace algún tiempo publiqué en este blog un par de fotos de Enrique Vila-Matas firmadas por el inquietante Olivier Roller; mi hijo Jorge, como si fuera un futbolista, añadiría: “Tiene mucha calidad”. La foto en la que Enrique sale de espaldas, hundiendo la mano en el pantalón es la que se ha utilizado de portada. Sin embargo, Daniel Mordzinski firma el retrato de solapa, donde Enrique, con abrigo, gafas oscuras y el pelo perlado, parece uno de esos elegantes espías de café que tanto abundan en esas páginas.
* Artículo publicado en agosto 2008 en antoncastro.blogia.com |