ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Cielo






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las cenizas de Isabel en su cala favorita, La Cueta (Cadaqués, 19 Nov 2013)
Las cenizas de Isabel en su cala favorita,
La Cueta (Cadaqués, 19 nov. 2013)

EL VIENTO HABÍA BARRIDO EL CIELO

ISABEL NÚÑEZ

Por la mañana fui con Teresa y Giuseppe a buscar un camino de ronda cerca de Sitges. Yo me sentía algo fragilizada, disgregada y trémula, no sólo por mi malestar digestivo de los últimos meses, sino por todo lo que me había ocurrido después, las conversaciones con los médicos y la extraña violencia de mis sueños, la dificultad de pensar distinto y objetar y pedir explicaciones y argumentos en un país donde todos se someten sumisos, y la aceleración de las fechas que ha convertido mi cumpleaños en el centro de un sándwich entre la presentación de mi libro y una intervención. Pero el cielo era espectacular, le daba al mar y a la vegetación una calidad cromática griega y las nubes rescataban al Étranger de Baudelaire, ese hombre que no comprende ni valora la amistad, la familia, la patria ni nada salvo las nubes, là-bas, là-bas, les merveilleux nuages.

Cuando bajaba a sentarme en una roca, I., la mujer más guapa del mundo, me mandó un mensaje. Había acabado mi libro la noche antes (primera lectora, exceptuando a los editores) y le había gustado mucho. Nostálgico, decía, pero mi nostalgia sólo se basa en mi inocencia de entonces, en los sueños que tenía, en lo que creía que podría ser mi ciudad y el mundo. El resto es la furia de que me hayan arrebatado los paisajes de la memoria para sustituirlos por mediocridad y nada.
Después volví a casa y me puse a traducir a Coltrane con auténtica pasión y me llamó una amiga escritora, que intentó convencerme de sus razones médicas. Pero mientras hablaba con ella yo me sentía llena de la luz griega de esta mañana y me oía hablar de las amenazas con una voz vibrante, llena de una energía que desmentía esa información; no las sentía realmente sobre mí, aunque no habría podido explicárselo.

Más tarde, mientras seguía traduciendo las entrevistas a Coltrane y escuchaba a Coco Rosie con ganas de bailar, miré otra vez el cielo luminoso y pensé: "Si sólo pudiera seguir así, con este silencio, sin la angustia de una supervivencia que se ha convertido en algo prácticamente imposible, qué felicidad". También pensaba en V, porque siempre la asocio a Coco Rosie y porque ella está ahora en la Gran Manzana, y la imaginaba en un gigantesco crossroads, algo que tenía que ver con un sueño. Me preguntaba qué me contaría al volver, en plena aceleración mía.

No sé lo que me ocurrirá. Cada vez es más complejo el jeroglífico, las posibilidades de llegar a la meta en esta difícil partida, que hoy me parecía de La Oca.  Y sin embargo, sarinagara...

Aún más tarde me escribió el segundo lector, EVM, que se declaró orgulloso de estar en mi libro (una cita suya lo abre y él aparece varias veces en esas páginas) y me habló de paisajes comunes y me mandó el link de una entrevista magnífica a Gil de Biedma donde habla exactamente de lo que habla mi libro que yo citaría en la presentación.  Pensé que haber logrado que me lean algunos escritores que admiro le da una rara luminiscencia a todo, hace que mis páginas brillen como plancton marino, aunque no pueda ya seguir escribiendo ni vivir de la traducción como antes y todo, absolutamente todo, esté en peligro, incluso mi continuidad corpórea en el mundo.

Luego llegué a unos capítulos magníficos de la novela de EVM, pero aún tardé un día más en acabarla. Me fui a dormir extasiada y Rufus parecía tan contento como si la hubiera leído conmigo, mientras G. veía Citizen Kane en la sala.
La luna estaba aún llena.

Pronto empezará la cuenta atrás. Es desagradable tener tanta información interna, un poco como si vinieran a hurgar en nuestros cajones y armarios desordenados y nos criticasen por esas imperfecciones. La conexión del sistema médico con el aparato policial.

Por cierto que leer los periódicos me llena de furia, por el décalage entre lo que ocurre y lo que dicen, por las maneras autoritarias y regresivas del horrible govern, por la corrupción asociada a la violencia. Pero no quiero hablar de eso aquí en este momento.

Me gustaría sentirme como Soseki hacia aquel médico que le salvó, en aquel sanatorio donde escribió Choses dont je me souviens. Me gustaría poder llegar a la orilla material y fisiológicamente. Una parte de mí ha decidido ya che sarà sarà. Es sólo que no puedo resistir tener que angustiarme por las dos cosas al mismo tiempo, no saber siquiera cuándo cobraré el trabajo entregado, tener que sufrir por lo material en plena convalecencia.

Mientras planchaba, escuchaba France Culture, el maravilloso programa de Laure Adler, Hors Champs. Oí un podcast de una entrevista a Paco Ibáñez y otras dos a Steiner. Valéry hablaba de danser sa pensée y dijo Steiner que los bailarines de Matisse danzan la condición humana. Steiner confesó que todos los días le cuenta a su perro favorito, mientras pasean, sus avances de trabajo y si el perro se para a mirarle, es que todo va bien. Un día fui a pasear con la traductora Selma Ancira por ese parque precioso del Putxet, con vistas de la ciudad, pero dudo que su perrita pueda detenerse a escucharla hablar de Tolstói o Tsvietáieva o Rilke y Pasternak, es un animalillo joven y sumido en el frenesí del movimiento. Y sin embargo, quién sabe... Dijo Steiner que la música era siempre fácil de utilizar ideológicamente, hablaron de cómo nazis y otros habían utilizado a Wagner o a Beethoven, pero no a Mozart (seguramente por su humor y por su falta de pomposidad). Hablaron del mito de que Sócrates murió cantando... También yo estuve cantando. Dicen que con los años la voz baja unas octavas y es triste. Yo podía cantar antes el aria de la Reina de la Noche (sola y encima del disco, naturelich), o el Ave Maria de Schubert en tono soprano, pero ahora tengo que buscar una voz segunda, y ya no es tan bonito. Pese a todo, qué felicidad cantar. Estos días el silencio era maravilloso, sin obras, sin tráfico, sin vecinos.

Traduje ya todo el librito sobre Coltrane y me gustó mucho su espíritu. Es un libro precioso que les recomiendo y que Alpha Decay sacará muy pronto. Coltrane habla de la fuerza creadora en una carta magnífica al final del libro. En las conversaciones, llama la atención esa contención y cortesía de quien se mató a excesos (aunque cuando murió ya no tomaba nada y sólo cultivaba el exceso religioso) y esa idea tan pequeña de sí mismo (siempre cree que los demás músicos están muy por encima de él) y ese emocionante no-saber suyo, de avanzar a ciegas pero con esa rara felicidad que conozco.

Acabé Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas. No sé si me dará tiempo estos días de escribir aquí el comentario que quisiera, así que voy a intentar un esbozo. La novela es absolutamente genial y los últimos capítulos me han resultado los más gozosos; los dosificaba a propósito y han logrado atraer mi atención incluso en momentos espinosos. Ese humor paródico de esta ciudad, de sí mismo, del mundillo intelectual, de la literatura posmoderna, del mundo y de todo, sigue teniendo el peso amargo de la tradición quijotesca o cervantina que ya tenía Dublinesca (esa huella del paso del tiempo, esa relojería con el lema barroco esperpéntico del Tempus Fugit que podría servir de Carpe diem con tanto tequila) y yo no sé lo que será para los franceses, que son entusiastas seguidores suyos, pero para los que como yo compartimos algunas afinidades y horrores de este país, es una consolación maravillosa. El desdoblamiento de EVM o su multiplicación en distintos personajes llega a su paroxismo cuando Vilnius compara a su padre -escritor al que pretende desdeñar, pero que le persigue una vez muerto como un espectro hamletiano- con otro escritor al que admira, y en todos parece haber algo del autor, con la alegre carcajada irónica dominándolo todo, incluso la autoburla de ese escritor avergonzado de su fecundidad y determinado a abandonar para siempre la escritura e incluso el habla. Y ese momento en que está invadido, poseído cada vez por más capítulos de una novela que ni siquiera ha empezado a escribir. También está la fiesta, la celebración de la literatura y en este caso la peregrinación al cine, el Hollywood visto con los ojos de Scott Fitzgerald (lo que contaba Dorothy Parker), la brillante teoría o insistencia en el fracaso, los guionistas locos en California, los jóvenes artistas enfermos, el delirio del mundo (algunos personajes son memorables, como ese conserje que se acerca demasiado y el vecino que protesta y la peligrosa peluquería y todos los vecinos y tenderos espiando y vigilándose unos a otros, incluyendo al narrador y su mujer), qué gran danza felliniana que, como los bailarines de Matisse en voz de Steiner, ¡danzan la condición humana! Siento mucho no estar en la presentación, en presencia de una librera convertida graciosamente en personaje literario de la novela.

 

(fragmento del blog de Isabel Núñez, abril 2012)

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