Ventanal casa
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ACERCA DE DIETARIO VOLUBLE
JAVIER PÉREZ ANDUJAR
Iba a decir que en este libro lo que uno se encuentra es a Vila-Matas en estado puro, pero me parece que esto ya lo han dicho en otra parte y, además, no es del todo cierto. Lo que se encuentra uno en este libro, por encima de su autor al desnudo, es a la literatura en estado químicamente puro, deliberadamente puro, libre de géneros, de categorías, de formalidades... En las páginas de Dietario voluble, lo voluble no es el autor, sino su escritura, su pensamiento tornadizo, caprichoso, es decir: literario, que va girando sobre sí mismo (es esto lo voluble), y así su escritura discurre sin reservas desde la cita literaria, que en Vila-Matas tiene una función de objet trouvé, hasta la exposición, por ejemplo, de una anécdota vivida junto a Claudio Magris, o hasta una reflexión literaria sobre la obra de Verne, o hasta la denuncia de una Barcelona que Vila-Matas ya no siente como suya, por una serie de razones superestructurales que expone detallada e irrefutablemente en estas páginas. Y que muchos barceloneses compartimos.
En este Dietario voluble lo que se ve, junto a otras mil cosas, es al escritor resucitándose de entre las trampas de la muerte, que quedan desarmadas a las puertas de una habitación del hospital de la Vall d'Hebron (adonde Enrique Vila-Matas llega biográficamente, capitalmente envenenado por una disfunción renal), y se le ve entonces agarrándose a los brazos infinitos de la escritura, que es una de las secretas formas con que la vida nos tiende su mano de amiga solitaria. Vila-Matas, cuando se recupere de ese trance de salud, escribirá un libro de cuentos para explicarlo o para celebrarlo (Exploradores del abismo, el anterior a éste); pero, al mismo tiempo, ha estado publicando semanalmente este dietario, que aparecía, aunque sólo en una parte comparable a la parte visible de un iceberg, en la edición dominical de El País.
El abismo que explora Vila-Matas, y eso también se aprende en este dietario antes que en los cuentos citados, no es el abismo pascaliano, metafísico, sino otro abismo profunda y delicadamente literario. Su abismo, así lo desvela el autor en este libro, viene materialmente del vacío fabuloso al que se abocan los personajes de Jules Verne junto al cráter de Viaje al centro de la tierra, o los de Poe en el relato El demonio de la perversidad, y es el abismo asimismo del volcán Tängri, que aparece en la novela El mar de las Sirtes, de Julien Gracq.
Enrique Vila-Matas, que ha estado con un pie en el verdadero folio en blanco, se arroja con este libro al abismo de la escritura, al abismo de la vida, y por eso lo que le va saliendo es un dietario voluble, un acta imprevisible de cada minuto que transcurre, de cada lectura que completa o que pospone, de cada hecho que protagoniza o que presencia, de cada canción que escucha. ¡Ah!, éste es un libro que tiene algo de cd particular, un recopilatorio de canciones (ya se sabe, quien canta su mal espanta), sustanciado de la música de las Ronettes (y así Phil Spector ha ayudado, ya que no lo hacen las autoridades, a levantar el ánimo de la literatura barcelonesa), de canciones de CocoRosie y de los Guillemots (cuya presencia nos recuerda que Vila-Matas es el Neil Young de la literatura indie), de las canciones batiscáficas y andrébretonianas de Antònia Font... Y por encima de otros muchos asuntos, Dietario voluble es un libro de agradecimiento profundo al escritor Julien Gracq, fallecido en diciembre de 2007. Pero, ahora, más que señalar todo lo que Vila-Matas retoma del culto literario de Julien Gracq, y sobre todo de su obra Leyendo escribiendo, ya que esto nos lo indica detalladamente el autor barcelonés, creo que vale más la pena, por ser simpática la anécdota, reparar en lo que ha tomado el redactor de la cubierta de Dietario voluble ("Al tratarse de un diario literario que se origina en la lectura, es una obra escrita desde el centro mismo de la escritura..."), del redactor de la cubierta de Leyendo escribiendo (Fuentetaja, 2005. Leyendo escribiendo es una obra escrita desde el corazón mismo de la escritura. La escritura se origina en la lectura..."). Los subrayados vienen así en los respectivos originales.
En el Dietario, Vila-Matas nos desvela que el tema sustancial de su obra es la imposibilidad de decir la verdad, quiero decir, de expresarla. Quizá sea esta búsqueda de la expresión de lo verdadero, como también ocurre con Pessoa (a quien Vila-Matas celebra en todas sus manifestaciones literarias), lo que ha fragmentado (aunque no sé si es ésta la palabra) a algunos autores en sus diferentes heterónimos, o los ha multiplicado en mundos paralelos... A otros escritores, como a Beckett, dicha imposibilidad los ha vuelto únicos y herméticos. En el caso de Enrique Vila-Matas se mezclan ambas circunstancias. Vila-Matas es un festival del heterónimo hermético. Enrique Vila-Matas, en realidad, no es más que uno de los muchos heterónimos de Enrique Vila-Matas, todos endiabladamente ocultos bajo su completo y desnudo nombre. En su Dietario voluble, Enrique Vila-Matas confiesa asimismo su pasión juvenil por las películas de espías, y con esta referencia comprende uno al Vila-Matas que, según cuenta en éstas y otras páginas, espía las conversaciones de la gente cuando va en autobús (su céntrico 24), o el Vila-Matas agente secreto que trabaja para el otro lado del telón que separa vida y literatura, y que se esconde tras los camiones de su barrio para no ser reconocido por vecinos y, aún menos, por los críticos literarios, o el Vila-Matas que se ha fotografiado de incógnito en la solapa del Dietario con gafas de sol y con las solapas del abrigo levantadas.
Y hay también un Vila-Matas agente provocador, que es el que describe (con palabras de rabia terribles) la Barcelona pulverizada por la avaricia de la calderilla y por la voluble avaricia municipal, y el que describe hastiado el Madrid de la crispación, de los obispos de manifestación y pancarta, de los taxistas de infundio radiofónico, y, por supuesto, el Madrid del protocolo académico rancio con birrete plateado.
Pero lo esencial de Vila-Matas, y esto palpita en su Dietario voluble, es su lealtad sin fin a la literatura, su seguir escribiendo en la misma mesa en que empezó de chaval. Desde esa mesa donde concibe sus libros, el autor se ha hecho cosmopolita. Todas las ciudades, a las que vuelve a veces y a las que califica de fastidiosas otras veces, no son más que decenas, centenares de heterónimos de la mesa en la que escribe. Incluso Barcelona no es sino un heterónimo de su mesa. Una Barcelona de la que quiere marcharse; pero no puede, como los heterónimos tampoco pueden cortar con todo lo que los ata a sus creadores.
En este Dietario voluble hay, por último, un pesimismo constitutivo, que viene de la desconfianza de quien prefiere los libros a un mundo en el que dentro de unas décadas llegará al poder toda una generación de niños visitantes de Eurodisney. El Dietario voluble pertenece a una rara especie de literatura, que vive emboscada en una selva de hermetismos y de heterónimos, y en una selva también de libros y de escritores, unos vivos y otros espectrales, a los que el autor cita, a los que el autor lee, a los que el autor acompaña por el Passeig de Gràcia sin dirigirles la palabra, o con los que conversa bajo la lluvia de Roma, o junto a los cuales deja pasar los días inmerso en la aburrida normalidad de Finlandia. Es un cosmopolitismo, ya se ha dicho, hecho de literatura. Aún más, es un cosmopolitismo que ya sólo cree en la literatura.
Primavera (marzo – junio) 2009
Barcelona METRÓPOLIS
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