New Yorker
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UN DIETARIO
RODRIGO PINTO
Enrique Vila-Matas ha acuñado, ya desde hace años, una personalísima manera de entender y enfrentar la creación literaria. De manera cada vez más acentuada, se decanta hacia una fórmula que borra las fronteras entre la ficción, el ensayo y la biografía, donde, de todos modos, el libro, la lectura, la escritura, la literatura, desempeñan un papel decisivo en la construcción. En esta deriva, Dietario voluble da un paso que en cierto sentido simplifica –o más bien sincera- la fórmula, puesto que se trata de extractos del cuaderno de notas del escritor, que ha servido de base tanto para cuentos como para reportajes publicados en la edición dominical del diario El país de Cataluña. Por lo mismo, quizá, es el más fácil de seguir y leer de sus últimos libros: Vila-Matas se reinventa como personaje sin otras máscaras, llámense Montano o Pasavento o cualquier otra, y muestra cómo la biografía sirve de materia a la ficción y cómo, también, la ficción se infiltra en la biografía y cambia sutilmente la manera en que el escritor percibe el mundo.
Tratándose de Vila-Matas, es casi obvio que la materia prima del cuaderno de notas es, principalmente, la literatura, por más que el autor viaje, hable de su calle o reproduzca conversaciones con otras personas. Todo está pasado por el tamiz de la cita, de la referencia, de la lectura, que reinterpreta, bajo sus propias coordenadas, el paisaje de Barcelona, de Praga, de París, de Buenos Aires, de donde sea que este insigne lector dirige sus pasos y articula sus reflexiones. Así, hasta experiencias como una severa enfermedad alcanzan una dimensión distinta, que supera largamente el contenido biográfico y se constituye en esa inasible cualidad de los libros de Vila-Matas, esa capacidad para mostrar el otro lado de quién sabe qué, un pliegue de la realidad donde el autor-personaje hace confluir líneas paralelas. Dietario voluble tiene fragmentos notables, como, por ejemplo, sobre lo peligroso que es regalar libros; tiene muchas y brillantes aproximaciones a la crítica literaria; tiene aforismos y breves trozos que admiten una perfecta autonomía; y el conjunto es un tapiz, un cuadro de múltiples entradas, donde Vila-Matas nuestra, quizá como en ningún otro libro suyo, su cocina literaria, el modo en que vida, lectura y escritura se entretejen y cristalizan en sus obras. Por otra parte, el lector curioso no podrá menos que seguir con atención el generoso catálogo de lecturas; junto a los nombres reconocibles, pero siempre tratados de manera novedosa, habrá muchos otros desconocidos, y encontrarlos en este libro es una recomendación ineludible. Así se construyen las simpatías literarias: las lecturas del otro son, o deben ser, mis lecturas, y, en este sentido, Vila-Matas nunca defrauda.
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