Jean Painlevé
porlatangente dijo:
“Ja ja, ¡No se enfade hombre! Cousteau es wonderful pero lo que más me gusta de Painlevé es que cuando habla sobre la reproducción de los caballitos de mar es como si se acabara el mundo o condujese una sinfonía y hace que me importe mucho mucho una cosa que en principio debería darme igual. Además, si clicas en la negrita de su nombre le verás en su máximo esplendor. Yo me enamoré de él inmediatamente, como de la mujer alga! Sus vídeos son tan especiales que muchos le asocian con el movimiento surrealista. Y sin embargo, ¡él era científico!!! Y resistente. Le adoro.”
16 de noviembre de 2009 4:39
CARTA IMAGINARIA A ENRIQUE VILA-MATAS
A PROPÓSITO DE UN SENTIMIENTO NECIO
Andrea Valdés
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EL VISITANTE
ANDREA VALDÉS
“Esto lo escribí hace un rato, pensando en él y en
su modo de hablar, tan dedicado y entusiasta.”
Del blog ¿Hay alguien en casa?
Antaño plagado de arrecifes y gobernado por el infranqueable Poseidón, el océano… ese vasto universo de agua salada y plancton, “ese violento y antiguo ser/ que roe los pilares de la tierra/ y es uno y muchos mares…”, por citar a un poeta ciego, alberga, ¡todavía hoy!, incontables tesoros. Anémonas de mar, corales, gusanos tubícolas y ascidias. Entre medias, encontramos estrellas y erizos de mar. También gasterópodos y crustáceos de toda clase como las gambas, cuyo insensato desinterés por las algas las lleva a exponerse a un peligro inmediato. Y es que obsérvese cómo se cierne sobre ellas la sombra de este singular especimen…
Se desliza solitario, dejando a su paso un rastro de burbujas. De hecho, su origen está por determinar. Fue avistado por vez primera en 1927, merodeando en la bahía de Arcachon. Su fisonomía es engañosa y su movimiento, limitado y torpe, pues no se desplaza por propulsión a chorro, como sugiere el elástico tubo por el que expulsa el aire, sino sirviéndose de dos aletas inferiores que le impulsan hacia atrás y hacia adelante a la captura de anguilas o caballitos de mar. Es difícil precisar de qué se alimenta, pues ¡hélas! cambia a menudo de presa. Pero eso no es lo más inquietante… Jueves. 10h23 Latitud 39° 40'15.75"N - Longitud 1°22'1.82"O. En su cabeza se distinguen dos pequeñas antenas y del tórax sobresale un tercer ojo cubierto por un armazón translúcido tan grueso que parece de vidrio. Se diría un Oráculo pues TODO lo sabe, hasta del pulpo que ahora se interpone en su camino. Sensible a su presencia, éste cambia de color para anularse con el paisaje, mientras escruta con la mirada al extraño merodeador. Labor de reconocimiento que se prolonga durante un minuto, dos hasta que… ¡Zas!, sucede algo imprevisto. Y es que al verse reflejado en la retina viscosa del octópodo, nuestro misterioso visitante contrae levemente su cuerpo para acto seguido salir disparado hacia atrás, dándose a la fuga, encogido y rígido, asustado de sí mismo. ¿Tan terrible es su aspecto?¿Quien este bicho? ¿De donde ha salido? ¡Pero si es nada más y nada menos que Jean Painlevé, científico y forjador de sueños! Proveyéndose de una cámara en una caja herméticamente sellada, un sinuoso tubo conectado a unas válvulas de aire y unas aletas recién inventadas, escruta lo más bello del océano para descubrirnos…¡oh! peces solubles, con su alma de pionero. Arriba, recibe el aplauso unánime de sus compatriotas quienes no ignoran que hasta los teléfonos ya tienen forma de langosta. Y aún así… “¡Tú solo desafías a Lourdes, en cuanto a milagros se refiere!”-dice un tal Eisenstein. Mientras tanto, abajo, en el sótano de Ty an Daoul, que otros llaman Casa de diablo, nuestro visitante se desprende de su mastodóntico traje. Ya seco, vuelca sus muestras en un acuario que convierte en escenario de hermosas películas. Son coreografías de microscópica belleza, rituales insólitos que describe con palabras musicales -aquí una Dafnia, allí un espirógrafo-, palabras que suscitan siempre el mismo interrogante. Le persigue por todas partes, como un sombra o un eco que le lleva a desconfiar hasta de su propio reflejo, y que nadie se atreve a formularle. Hasta que por fin, en una platea de París, un hombre cualquiera se levanta: ¡Criatura de extraños hábitos -exclama- dios que aceleras y contraes el tiempo a tu antojo para desvelarnos los trucos de naturaleza, bicho raro entre los raros…, dinos quién posee el mayor misterio, si el que observa o el que es observado! Mientras a su alrededor estalla una tormenta. Son manos, que aplauden.
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