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“PALABRAS TUYAS Y PALABRAS DE OTROS, 1”
TÚA BLESA
Mujer en el espejo contemplando el paisaje (1973), luego En un lugar solitario (2011),
es el relato de un narrador que es un escritor, un narrador que en distintos pasajes de la
novela escribe que está escribiendo o que ha escrito, entre otros: “a veces cambiaba de
posición y me sentaba de cara a la ventana con dos gruesos libros encima de la silla a fin
de poder escribir cómodamente” (15), “un día vuelves a tu habitación y recuperas el
gesto mecánico de tu escritura y en un rincón se amontonan los papeles” (30). El
narrador-escritor, pues, escribe que está escribiendo aquellas palabras que el lector está
leyendo y también escribe en su narración que ha escrito algunos otros textos. Entre
estos, el narrador escribió unos “versos” que recitará en el entierro de su madre,
“escribo versos que a la mañana recitaré a modo de epitafio sobre su cadáver” (56),
versos en una carta, o versos y una carta, pues cuando se vuelve a referir al entierro se
leen palabras de todo interés: “al enterrarla al pie del árbol grande sobre la tierra
húmeda me desplomé sobre la cruz del leño a cuyo pie dejé escrita una carta cuyo texto
era copia del diario poético de mi abuela” (70): escritura como reescritura, palabras
propias y palabras de otros. De todo interés, he escrito, porque este diario de la abuela
tiene varias otras menciones en la novela; el narrador-escritor escribe que es una de sus
lecturas: “buscando dormir todo cuanto quisiera atado al pasatiempo de releer las notas
del diario poético de mi abuela” (20); es uno de los textos que tiene a mano: “escribo
que llueve sobre esta tranquila mañana de domingo poco antes de que ordene mis
papeles, el diario poético de mi abuela con sus seiscientas inacabables hojas ya
archivadas, las cartas de mi padre desde el frente de León con sus terribles confesiones
sobre el miedo, un relato juvenil de aventuras en el que la sangre es cerveza de los
cuervos y la tierra es caballo de la neblina y los ojos son piedras de la cara y una nave es
el lobo de las mareas, mi último escrito en el que resumo las conversaciones que acerca
de la vida eterna sostuve con mi padre […] ciertos párrafos subrayados del diario
poético de mi abuela y ciertas frases elegidas de entre la correspondencia amorosa de
mis padres” (50-51). El narrador-escritor es, pues, un lector y con lo que escribe
siembra en el lector la sospecha de que su escritura, su narración, es, al menos algunas
de sus frases, reescritura de esos textos, de esos papeles que tiene a la vista. Propuesta
de juego, de búsqueda, al lector: ¿qué palabras del narrador-escritor son escritura y qué
otras reescritura? Aunque quedan bastantes otras cosas que decir al respecto, está claro
que ya desde su etapa juvenil el narrador-escritor reescribía no poco en su relato de
aventuras. En efecto, lo que hace saber al lector de ese texto es copia del ensayo de
Jorge Luis Borges “Las kenningar”, un texto de 1953 incluido en Historia de la
eternidad, publicado en 1971 (Madrid Alianza-Emecé), tiempo de la redacción de Mujer en el espejo. Kenningar, fórmulas de los escaldos, de las que Borges dice son
“desfallecidas flores retóricas” (52), de las que añade que “nos extrañan el mundo” (67)
y de las que da un listado en el que se lee que “cerveza de los cuervos” es “la sangre”
(59), “caballo de la neblina” es “la tierra” (59), “piedras de la cara” son “los ojos” (58) y
“lobo de las mareas” es “la nave” (58). El narrador-escritor, también un lector, vio
apropiadas cuando joven algunas expresiones para su relato, por apropiadas quedaron
apropiadas y al redactar su novela volvió a verlas apropiadas para esta y de nuevo
fueron apropiadas. Escribir, “palabras tuyas y palabras de otros” (58) se dirá,
reapropiadas, intertextualidades dobles que muestran un escritor reescritor.
(“¿Hay más?” oigo al lector del párrafo anterior. “Sí, hay más”, respondo, como se verá
en mi libro Enrique Vila-Matas. Escritura, reescritura, doble escritura, de próxima
publicación.) |