Route 66 in Seligman, AZ in 1947
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AMISTADES
ROBERTO BRODSKY
Es finales del mes de octubre 2012 en Washington DC y Enrique Vila-Matas ha venido a la ciudad para presentar en una sala universitaria su novela Dublinesca, recién traducida al inglés. Hace ocho años que no veo a Vila-Matas. No recuerdo si la última vez fue en el bar Giardinetto de Barcelona o en la terraza del hotel Brighton de Valparaíso, donde recibimos la pólvora de un nuevo año mientras fumábamos y bebíamos hasta el amanecer. Cualquiera fuera el lugar, sé muy bien que el tema de nuestra conversación fue Roberto Bolaño. Entonces Vila-Matas fumaba, y después de leer Dublinesca me entero que también ha dejado de lado el vaporoso licor que aceitaba ese diálogo. O sea que estamos casi en las mismas. La salud es lo primero. Tomo asiento en la primera fila de la sala donde se realizará la presentación, no con el ánimo de que me reconozca sino con el deseo de animarlo. Sé que Vila-Matas es extremadamente tímido y este ambiente académico/estudiantil puede resultarle incómodo. La sala es pequeña y está a tope. Para mi sorpresa, como si esperara encontrarme allí, sentado en la primera fila de la amistad, Vila-Matas ingresa, se instala detrás de la mesa del aula junto a sus anfitriones, abre una carpeta y extrae un escrito de 15 páginas hoja oficio que me extiende sin apenas habernos saludado, como un pasaporte. La charla ni siquiera ha comenzado, y mientras el presentador introduce a Vila-Matas me dedico a revisar en diagonal la urgencia de su escrito, que lleva por título, en mayúsculas, “BLANES O LOS ESCRITORES DE ANTES”. Entiendo de inmediato que Vila-Matas habla de Bolaño como de uno de esos escritores metidos en el bosque, que entienden su oficio o arte sombrío, que decía Dylan Thomas, como un asunto peligroso de los que apenas ya no quedan. Y de inmediato adivino el motivo de su urgencia: reconocerse, retomar el diálogo allí donde lo habíamos dejado, volver a fumar, volver a tomar, volver a cansar la lengua con los ojos muy abiertos hasta ver aparecer el primer destello de la madrugada. De pronto, es lo único que parece tener sentido. Reviso al azar las páginas y leo: “Una vez dentro, hasta el cuello”, frase recuperada de Céline y uno de los leitmotiv de Dublinesca. La cita, incorporada al texto de Blanes o los escritores de antes, resulta también obligada ante cualquier esfuerzo de traer el nombre de Roberto Bolaño a la memoria. Han pasado casi diez años desde su muerte y parece que fuera ayer, le comento a Vila-Matas cuando finalmente nos saludamos, y con la charla ya concluida. Sí, me responde, cada día está más cerca. Empecemos por ahí, entonces. Y una vez dentro, hasta el cuello.
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