Cúpula. Saint-Nazaire 2008
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SANGRE E HÍGADO
ANDRÉS IBÁÑEZ
Exploradores del abismo no es uno de los mejores libros de Vila-Matas, pero tiene textos geniales como «La gloria solitaria», «Café Kubista» o la novela corta «Porque ella no lo pidió», y también delicias como el breve texto «La gota gorda», que es el objeto de esta nota.
En «La gota gorda» Vila-Matas nos cuenta que, harto de escuchar las críticas de sus «odiadores», que afirman que sus relatos no tienen «sangre e hígado», ha decidido poner manos a la obra y escribir literatura realista. Sus odiadores, nos cuenta, le reprochan sus «excesos metaliterarios» y la «ausencia absoluta de sangre, de vida, de realidad, de apego a la existencia normal de las personas normales» de sus novelas, de modo que el escritor ha decidido hacer un «esfuerzo increíble» (de ahí el título «La gota gorda») e intentar, con toda su mejor voluntad, interesarse por las vidas anodinas y vulgares de una multitud personajes grises. Hace una referencia a Raymond Carver, cuyos cuentos dice admirar, y termina el largo párrafo preguntándose, maravillosamente, «¿cuántos relatos se habrán escrito ya sobre las mismas tonterías?».
La primera ley, crear. Llegados a este punto, surgen varias reflexiones. La primera es que un escritor de la talla de Vila-Matas no debería hacer el menor caso de lo que dicen los críticos. Rubén Darío lo explica con toda claridad en el prólogo de Prosas profanas: «Y la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco». Y es que, en mi opinión, un escritor no debería nunca leer las críticas que se hacen de sus obras, y en caso de leerlas jamás debería dejarse influir por ellas.
La segunda reflexión es que Vila-Matas, uno de los grandes genios de las letras españolas, y yo diría mundiales, todavía no ha alcanzado, a pesar de todo, el reconocimiento que merece. Se celebran sus libros, pero no se reconoce su originalidad deslumbrante. Sus obras merecen calificativos encendidos, pero también dudas y fruncimientos de ceño. Hay muchas maneras de ser grande y muchas escalas distintas de la grandeza. Los críticos no se maravillan todavía de los libros de Vila-Matas, se maravillan de que sea posible escribir libros «metaliterarios» como los de Vila-Matas que sean, al mismo tiempo (es una contradicción que sólo existe para ellos), tan estremecedores, tan profundos y tan líricos. No celebran todavía a Vila-Matas: lo que celebran es que sus libros les gusten a pesar de que van en contra de sus absurdas ideas anticuadas y académicas, esas mismas ideas que exigen una literatura con «sangre e hígado».
Pasión vital. Claro está que hoy el mundo académico no es moralista y clasicista como lo era en el siglo XIX. Hoy el pensamiento académico es violento, anticultural, vanguardista, revolucionario, y está lleno de pasión vital, denuncia, indignación y furor destructivo. Resulta difícil comprender esta situación anómala porque va en contra de nuestros hábitos de pensamiento y de nuestra intuición.
El hecho es que ¡es el crítico el que le pide «sangre e hígado» al creador! El crítico, el profesor universitario, el honrado funcionario que tiene un despacho con su nombre en la puerta, catorce pagas, seis horitas de clase a la semana y que, si tiene suerte, puede juntar sus clases, con lo cual trabaja sólo de octubre a febrero. El catedrático, el crítico, el profesor, es el que quiere sangre y revolución, el que anhela el pálpito furioso de la vida, el que grita contra el adormecimiento burgués, el que quiere bombardear el castillo de Axel. ¡Qué gigantesca ironía! ¡Qué contradicción! ¡Qué cosa más ridícula! En los encuentros literarios en los que participo siempre el discurso más incendiario, más revolucionario, más vanguardista, viene del mundo académico. ¡Qué forma tan curiosa de ser anticuado! ¡Qué manera tan paradójica de apoltronarse! En los buenos tiempos la obscenidad, la violencia y el mal gusto escandalizaban al mundo académico. Hoy es el mundo académico el que exige obscenidad, violencia y mal gusto. El refinamiento de Vila-Matas, su prosa intensamente conmovedora, su poetización del silencio, del olvido, de la nada, le parece a una parte de la crítica «falta de vida».
Es posible que estemos un poco cansados de tanta «vida», de tanta humanidad maloliente, de tanto melodrama psicológico, de tantos gritos. Es posible que aparte de poder usarse para gritar y denunciar, la literatura esté, además, para celebrar. Para celebrar, para cantar, para crear, con calma, en soledad, belleza.
Texto publicado en ABCD de las Letras el sábado 15 noviembre 2008.
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