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LOS ESCRITORES DEL NO, VISTOS DESDE VENEZUELA.
RICARDO GIL OTAIZA
Soy admirador de algunos escritores españoles quienes representan la ruptura con el pasado; son "pérfidos" iconoclastas que no cesan en demostrar con sus textos que son auténticos maestros innovadores del género novelesco. En este grupo de autores incluyo a Javier Marías, a Javier Cercas, a Antonio Muñoz Molina y a Enrique Vila-Matas (gente de una misma generación). De este puñado de artistas conozco personalmente a Vila-Matas, ya que su relación con Venezuela (y particularmente con Mérida, mi ciudad) ha sido especialmente estrecha, y gracias a estos vínculos parte de lo más resaltante de su obra ha llegado hasta nuestras librerías y hemos podido disfrutar de una prosa que se construye desde adentro, como si cada texto buscara explicarse a sí mismo en una especie de simbiosis autor-obra que no cesa de asombrar por sus giros inesperados, por su reflexión ontológica; por esa extraña cualidad que hace de sus textos literatura "pura", en el más estricto sentido de dicho vocablo.
Asombra la cultura libresca de Vila-Matas y la manera cómo logra construir textos novelescos lindantes con otros géneros (ensayo, crónica, autobiografía y crítica) sin que lo narrado pierda su razón de ser: construir mundos autárquicos que se expliquen así mismos, que recreen sus propias historias, sin que esto sea motivo para poner en duda el carácter ficcional de lo contado. Vuelvo a leer por enésima vez su libro Bartleby y compañía (Anagrama, 2000), y de igual manera he podido comprobar lo que he reflexionado mil veces en torno a su propuesta artística: su sello de-constructor de lo que hasta ahora entendemos como novela. En sus páginas se pasean infinidad de autores y logra Vila-Matas tejer desde su pasión (su enfermedad literaria) un denso entramado de circunstancias que lo llevan a exaltar a aquellos que, pudiendo lograr una obra literaria por su denodado talento, en algún momento de sus vidas decidieron no seguir escribiendo convirtiéndose de esta manera en autores del No, a los que el novelista ha dado por llamar bartlebys, aludiendo así a Bartleby, un extraño personaje de un relato de Herman Melville, que encarna a aquellos que buscan con sus actuaciones la negación del mundo. Extrapola Vila-Matas esta aguda observación al campo de lo literario, denominando a dicho fenómeno como "el síndrome de Bartleby".
Es Bartleby y compañía un texto lindante con la genialidad, que demuestra las posibilidades estéticas de un género que, como el novelesco, ha sido sometido en las últimas décadas al escarnio, hasta el extremo de desahuciársele. A pesar de ser este libro de difícil clasificación, ya que se aleja de lo que hasta ahora entendemos por novela, fusiona la narrativa con otros géneros literarios hasta lograr un "artificio" delicioso, que se disfruta de comienzo a fin; que en una especie de espiral envolvente incorpora disímiles elementos que dan a la totalidad un carácter propio (y contundente). En algunos momentos llegué a considerar a este libro como a un híbrido (igual me sucedió con otras de sus obras: El mal de Montano, Doctor Pasavento y Dublinesca), pero luego de tantas lecturas he llegado a la conclusión que adosarlo en esta categoría sería minimizarlo, acotarlo en su espléndida completud de un texto que se cierra a sí mismo hasta alcanzar una cima sólo explicable en su absoluta originalidad. Es más, me atrevería a afirmar acá que podríamos estar en presencia de un nuevo género narrativo. Una espléndida e inquietante noción de lo novelesco.
rigilo99@hotmail.com
(publicado en Caracas, en El Universal, jueves 12 de febrero de 2015) |