ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Montevideo en Madrid





Oñoro en conversación con V-M





Montevideo y retrogame





Montevideo detalle





Oñoro en conversación con V-M





Hammershoi





Bernat Castany y Cristina Oñoro





Patricio Pron y Vila-Matas





Mario Aznar y Cristina Oñoro





Con Cristina Oñoro, al final de la conversación, Madrid, 8-9-2022


MONTEVIDEO
(Una entrevista a Vila-Matas)

CRISTINA OÑORO OTERO

«Montevideo era una ciudad, pero también un estado de ánimo, una forma de vivir en paz fuera del convulso centro del mundo»


Enrique Vila-Matas irrumpió en la rentré literaria de este año de 2022 con una nueva novela tan prodigiosa e inclasificable como todas las anteriores, publicada en el mes de septiembre por la editorial Seix Barral. Tras un silencio de tres años, el autor de obras tan icónicas como Bartleby y compañía (2000) o París no se acaba nunca(2003) regresa al corazón mismo de su geografía literaria para abrir una nueva puerta que conduce al enmarañado laberinto de sus ficciones.

1. El lector encuentra en Montevideo una cartografía literaria. Un mapa completo y laberíntico de tu obra que le lleva, en una suerte de viaje circular, de París a París pasando por Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá. ¿Contiene este mapa del tesoro la biografía definitiva de tu estilo?

- En absoluto. Si la obra de los mejores escritores que conozco, todos perfectamente humildes (Kafka, Beckett, Bernhard…) puede sintetizarse en la búsqueda de una escritura (tal como ellos mismos afirmaron), no voy a ser yo ahora quien diga que he encontrado en Montevideo la biografía definitiva de mi estilo. En mi novela ya explica el narrador que siempre, al terminar de escribir uno de sus libros, los amigos le preguntaban: “Y ahora, después de esto, ¿qué vas a hacer?” Hasta que un día me di cuenta de que escribía novelas para, al final de las mismas, iniciar lo que en verdad me interesaba: la búsqueda de una salida de ellas; ir al encuentro del más  mínimo resquicio por el que poder escapar de aquello en lo que había quedado atrapado.

2. Al narrador de tu novela le gustaría poder celebrar, algún día, como se merece, el fin de las tramas. ¿Es Montevideo esta deseada celebración?

- Lo ignoro porque a este narrador –como me ha pasado con los yoes no biográficos de los diferentes narradores de todos mis otros libros– no pienso volver a verle. Para mí está claro que escribo ficción desde un espacio que suelen ocupar los ensayistas: un yo literario visible. Y con esto pretendo decir que lo que se escenifica en cualquiera de mis libros no es exactamente una trama, o una serie de ideas, sino a mí mismo tramando, pensando o escribiendo bajo el avatar de un narrador. Aunque, eso sí, el avatar, la personalidad de cada uno de mis narradores, es distinta en cada novela y posiblemente lo único que las una a todas sea la voz o ese “yo literario visible” que reaparece en cada nuevo libro y da continuidad a la obra. En Montevideo, la voz reconocible está ya desde la primera línea, aunque sufre una cierta transformación en un cuarto de hotel de Montevideo.

3. Nunca te ha gustado la etiqueta de «autoficción». También en Montevideo tu narrador arremete contra ella y llega a decir que la autoficción no existe porque lo que se escribe siempre viene de uno mismo: «hasta la Biblia es autoficción, porque empieza con alguien creando algo». En lugar de a los géneros biográficos, ¿crees más acertado, como hace parte de la crítica, vincular tu escritura al género ensayístico, en el que un «yo reflexivo» ensaya y despliega un paisaje mental?

- Es un punto de vista sobre mi obra muchísimo mejor que cualquier otro. Y, si no me equivoco, es un camino crítico que abrió en su momento el profesor Gonzalo Sobejano desde Nueva York y que me encuadró, junto a Javier Marías, dentro de lo que calificó de “narrativa pensamental”, un camino que desarrolló más tarde Pozuelo Yvancos en Figuraciones del yo. En fin. Tengo la impresión de que desde hace años en mis libros trato de ensamblar lo ensayístico con lo narrativo y que ese ensamblaje he logrado perfeccionarlo en Montevideo… Y otra cosa: la palabra “autoficción” me resulta demasiado larga pudiendo uno decir simplemente “ficción”.

4. Al comienzo del libro, el narrador enumera las tendencias narrativas más importantes en la actualidad. ¿Lees muchas novedades o prefieres volver a los clásicos? ¿Cuáles son tus rutinas como lector?

- Tres años he estado escribiendo Montevideo. El primero me dediqué a leer todo lo que me parecía que podía estar en la órbita de mi novela. Pero, a partir del segundo año, leí toda clase de libros que me apeteciera de repente leer, porque me di cuenta de que todo en realidad estaba relacionado con mi novela.

5. En Montevideo recorres paisajes que le resultarán familiares al lector que conozca tu obra. El París de tu juventud, la Suiza de Robert Walser o las ensoñaciones portuguesas de Tabucchi. Pero hay también espacio para lo nuevo, como la irrupción de lo fantástico de la mano de Julio Cortázar, un autor que aún no formaba parte de tu imaginario. ¿Cómo se produjo el encuentro con sus mundos literarios?

- Un día, me encontré por Barcelona a Aurora Bernárdez, la primera mujer de Cortázar (fundamental en su vida) y le hablé de su maravillosa traducción de Pálido fuego, de Nabokov. Y entonces Bernárdez me dijo que cruzaba Europa en trenes nocturnos leyendo mis libros. Estuve meses dando vueltas a aquella maravillosa frase. Y luego empecé a investigar acerca de lo que me había contado en Buenos Aires Vlady Kociancich acerca de la milagrosa casualidad de tipo fantástico entre el cuento La puerta condenada, de Cortázar y Un viaje o El mago inmortal, un relato escrito por Bioy Casares en casi los mismos días en los que Cortázar escribió el suyo. La casualidad era grande: en ambos relatos el protagonista llegaba en el Vapor de la Carrera a Montevideo y se dirigía a un discreto hotel del centro, el Cervantes. Fueron pasando los años y los trenes nocturnos y el cuento de Cortázar me persiguieron, como si quisieran llevarme a conocer mi “cuarto propio”.

 6. En Montevideo escribes sobre la «ficción verdadera» y el narrador nos confiesa que en los últimos tiempos se ha convertido en un escritor al que «las cosas le pasan de verdad». Sin embargo, casi todo lo que le ocurre tiene que ver con la literatura, con «tener literatura», como escribía Maurice Blanchot. ¿Ficcionan tus libros sobre la aventura, tan verdadera como cualquier otra, que supone tener literatura y las posibilidades siempre abiertas que brinda la novela moderna?

- Diría que sí. Por un lado, me haces ahora pensar que Montevideo podría haber llevado un subtítulo ideal para el libro: Tener literatura. Por el otro, creo que hay sobrados antecedentes de ese ficcionar la aventura literaria. Te nombro los primeros que vienen a la mente ahora: Mira los arlequines, de Nabokov. Juventud, de Coetzee. El itinerario de un escritor, de Pere Gimferrer. El tiempo de los asesinos (una biografía de Rimbaud), de Henry Miller.

7. La crítica literaria a menudo empleó la imagen de la red o del tapiz para definir tu literatura. En Montevideo, en cambio, aparece la telaraña. ¿A quién querías atrapar con los hilos que vas tejiendo?

- No había pensado en esto. Pero ahora mismo estoy pensando que el narrador tiene un punto de locura instalado a modo de telaraña en su mente. Esto que te digo podría ilustrarlo perfectamente un fotograma de Spider (film de Cronenberg en torno a un desequilibrado) que me fascinó, hasta el punto de que originó mi novela Dublinesca. El fotograma es localizable aquí.

8. Hablas en tu libro de los «escritores de antes». Maestros y ejemplos de vida como el propio Cortázar. ¿Son hoy una especie en extinción? ¿O, por el contrario, tu visión del futuro de la literatura es optimista?

- Es optimista. Ahora que me he elevado después de mi experiencia hospitalaria –de ahí el triple significado que tiene la expresion elevarse al final del libro– no pienso caer en el derrotismo con respecto al futuro. Así que sí, soy optimista. Pienso que para un joven la escritura es una posibilidad perfecta de entrar en una habitación verdadera, un mundo forjado por uno mismo, como si estuviera en un lugar solitario, pero en compañía de otros dioses.

9. «La risa», escribes en Montevideo, «es el fracaso de la represión». ¿Qué lugar ocupa el humor en tu literatura?

- Un lugar clave. Sin sentido de la ironía y del humor es imposible leerme. Es un lugar muy importante porque en Montevideo mismo me sirve, entre otras cosas, para ironizar sobre mi propio narrador y yo diría que también sobre ese autor en la sombra. De ahí que en mi trayectoria literaria me haya encontrado tantas veces en mi camino con un montón de caras que me observaban obtusas, con pavorosa cazurrería.

10. Montevideo es un libro lleno de puertas, umbrales y cerraduras que se abren con llaves mágicas. La imagen del pintor danés Vilhelm Hammershøi de la portada refuerza esta idea. ¿Estamos ante un libro de transición? ¿Abres o cierras etapa? ¿O, más bien, con esta última entrega has querido revelar que en tu obra todo comunica con todo y las puertas siempre conducen a otras puertas?

- No sé lo que ocurrirá. Aún tengo que hallar el agujero por el que escapar de ese libro, Montevideo, que en estos momentos me tiene atrapado.

11. Como en el resto de tus libros, en Montevideo has utilizado la escritura de ficción para abordar conceptos que interesan fundamentalmente a los teóricos del lenguaje literario, como la «ambigüedad» del signo lingüístico, sus relaciones de «contigüidad» o su naturaleza «arbitraria» e «iterable». ¿Es Vila-Matas un pensador disfrazado de novelista?

- Si me quedaran por vivir cuarenta años más en plenas facultades físicas, doy por sentado que seguiría siendo un ensayista que narra, pero quizás como ensayista sería mejor que ahora.

12. La segunda parte del libro tiene claras conexiones con otras obras de la última década en las que has explorado el arte contemporáneo como Kassel no invita a la lógica (2014) o Marienbad eléctrico (2015). ¿Podemos considerar que Montevideo es una nueva pieza de tu «literatura expandida»? ¿Sigues creyendo, como escribías en Kassel, que el arte contemporáneo que se está haciendo ahora puede ser más estimulante para un escritor experimental que la propia literatura?

- Lo que dije es que pintores como Gerhard Richter o Cindy Sherman, o Vicente Rojo, piensan o pensaban sobre asuntos muy literarios. Como dice Tom McCarthy, las artes visuales son el lugar donde ha ido a parar el legado de los escritores modernistas. El marco artístico actual es, en general, más libre que el literario. Por su flexibilidad, inquietud y amplitud de miras. Sigo pensándolo, sí. En la segunda parte de Montevideo, Madeleine Moore me invita a su Retrospectiva en el Pompidou de París que ella ha convertido en un hotel, el hotel Splendide, donde sólo hay una habitación, la que ella llama “habitación única” y me da a mí la única llave de ese cuarto. Me han preguntado sobre esa llave y ha sorprendido a casi todo el mundo que todo eso pasó de verdad, porque, si cambiamos a Madeleine Moore por Dominique Gonzalez Foerster, todo cuadra, porque mi amiga Dominique es la que en el mundo real hizo esa Retrospectiva en París y me dio la llave que abría mi “habitación única”, la habitación verdadera, en definitiva, “el cuarto propio a lo Virginia Woolf” que el narrador de Montevideo parece estar buscando a lo largo de toda la novela. Conservo esa llave en casa y me gustaría que un día sirviera para situar a la literatura al nivel de libertad del que goza el arte contemporáneo.

13. «Por simpatía, me resigno», dice tu narrador en distintos momentos de la obra. ¿A qué ha tenido que resignarse Vila-Matas a estas alturas de su carrera literaria?  

- Casi desde mi primer libro supe que “escribir es fracasar” y supe que me tocaría resignarme al menos en esto. Como dice Mario Aznar en su magistral Too Late, toda mi obra está atravesada por los temas y motivos del fin de la literatura, la imposibilidad de escribir, lo indecible, la crisis del lenguaje, la negación de la originalidad. Sin embargo, “la curiosidad pudo más que el miedo” y aun sigo escribiendo resignado, yo creo que tratando de concebir nuevas formas de vida para la literatura. ¿Que si tengo a mi favor algo cuando escribo resignado? No. Pero a veces trato de animarme diciéndome que sólo yo sé por qué Marcel Duchamp, como Hamlet, volvió del mar.

14. En el centro de tu geografía se alza el Paseo de San Juan de tu infancia, en el que nunca pasa nada y tu madre responde a tus preguntas sobre el misterio del universo. Has escrito en contadas ocasiones sobre tu infancia ¿Seguirás sin explorar ese territorio en tus siguientes obras? ¿Es la única forma de preservar el misterio?

- Sería más divertido que mis dos hermanas contaran mi infancia. Me sorprenden siempre con cosas que yo hacía a esa edad y que jamás recuerdo.  

15. Para terminar, una última pregunta. ¿Sueñas con «caminar por el mundo sin equipaje literario» como le ocurre al narrador de Montevideo?

- Por favor, no intente devolverme al infierno.

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