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UNA PASIÓN HIPERLITERARIA
SERGIO CHEJFEC
No es necesario presentar a Enrique Vila-Matas, pero podría serlo. Es tan innecesario como explicar a un sujeto tangible cuyos artículos y libros podemos leer, cuyos movimientos podemos observar en la red, cuya voz también podríamos oír. Y a la vez resulta propicio describirlo porque se trata de una persona irreal que se dedica a aparecer y desaparecer en los libros que inventa. En esto consistiría señalar al protagonista supremo de sus libros: el sujeto que está para no estar –algo así como una exhalación que no se disipa.
En esta ambivalencia que va de lo concreto y determinado a lo liviano e inconsistente, se arraiga lo más significativo de Vila-Matas: el héroe de cada una de sus historias existe, es rotundamente novelesco, es un elemento central de las tramas que protagoniza pero carece de grandes atributos morales o psicológicos. Y sin embargo, pese a su impedimento o insignificancia, quiere más de lo mismo: no se conforma con ser un sencillo desconocido sino que busca alcanzar el estado de lo supremamente ignoto; quiere borrarse, desaparecer, replegarse en la más subrayada ausencia aunque ya no haga falta. Ese otro estado es la literatura.
Los personajes de Vila-Matas son hiperliterarios no porque asuman roles típicos, grandiosos o miserables, o porque capten significados sociales; al contrario, son literarios debido a los motivos más inesperados: porque como lectores se han tomado la literatura demasiado en serio. Sólo que la literatura hoy no es como la literatura en el pasado.
El lector de Vila-Matas, o sea su personaje, porque todo libro suyo tiene un observador que es quien lleva adelante la aventura, ese lector concibe la vida de los autores que admira como parte de la obra que han escrito. Y en la medida en que sus vidas son obras, en tanto obras pueden ingresar en los libros y vida propios de Vila-Matas. Es como si la realidad tuviera el elevado privilegio de alojar la literatura: los desplazamientos se equiparan a los libros, los fracasos son la consumación del éxito, la desaparición es finalmente un subterfugio melancólico de la identidad.
Por eso, es probable que describir a este autor no garantice resultados. No sabemos si acusarlo del más imperioso y contemporáneo reinado de la literatura sobre las cosas; o si se trata, simplemente, de su más servicial vasallo, de la más notoria víctima de sus propias creencias.
Habitualmente se propone el quinto libro de este autor (Historia abreviada de la literatura portátil, 1985) como principio de irradiación de su obra. Relato-manifiesto, la doble definición miniaturesca del título supone una amplificación: el deseo de abarcarlo todo, comprimir las vanguardias del siglo XX en una cápsula de escenas reales y apócrifas a la vez, en la que las atribuciones biográficas sean jalones de una duradera acción de arte colectivo, y donde los supuestos estéticos resulten consecuencias equívocas de la experiencia de cada artista.
Pero también mencionaría otro título, inmediatamente anterior a Historia abreviada… Con Impostura, Vila-Matas realiza en 1984 el gesto autoral más à la latinoamericana que a un escritor español podía ocurrírsele para entonces. La síntesis procede de un relato de Leonardo Sciascia, El teatro de la memoria (1981). Quien recuerde el cuento de Borges “El impostor inverosímil Lazarus Morell”, inspirado en distinta fuente aunque de parecido argumento, encontrará familiar la historia que Sciascia extrae de archivos judiciales. Vila-Matas se apropia de la trama instalándola en plena bruma franquista de la Barcelona de los 50. Pero mientras Sciascia reconstruye la crónica cultural de un caso judicial de otra época, con los mismos elementos Vila-Matas se desentiende de cualquier noción de evidencia material y relata la desintegración social y psicológica de un impostor.
Desde entonces, imposturas semejantes a aquella suelen asumir y sufrir los sucesivos héroes de Vila-Matas. El resultado es la más extraña saga novelesca del actual entre siglo, que con delicadeza conceptual e inusual inteligencia se propone extremar hasta en los más insólitos detalles los temas de aquella vanguardia europea que el autor abrevió como catálogo parcial de una literatura presunta cuyos rasgos terminarían siendo propios.
No resulta sorprendente, por lo tanto, que Vila-Matas esté más cerca de las propuestas de escritores latinoamericanos que ningún otro escritor peninsular. Entre los rasgos de una ideología estética particular que ha propiciado este resultado, habría que incluir la tensión vinculada con la filiación idiomática para un autor que, como muchos latinoamericanos, aunque sujetos a otras condiciones, pueden considerarse bajo la cobertura de una lengua que por uno u otro motivo no los contiene del todo.
Como todo diagnóstico, el latinoamericanismo de Vila-Matas posee un grado de generalización que sin embargo no le incumbe. No es, naturalmente, un latinoamericanismo del boom –ni en su vertiente urbana ni mágica— y no obstante comparte con nuestras literaturas una idea de lo insular como elemento básico de lo protagónico. El espacio natural de los personajes de Vila-Matas es el margen: hacia él se orientan o de allí provienen, o en su interior sucumben con entrañable abandono. Uno podría decir, Robert Walser y su militancia solitaria a favor de la nada como referente estelar; pero también en Vila-Matas está la construcción de esa figura literaria común a todos quienes vivimos en esta época, según la cual encarnamos un heroísmo ignoto y sin resultados.
Su proyección latinoamericana, que con el premio FIL encuentra una fuerte rúbrica, ha estado solapadamente activa desde hace mucho tiempo. Ajena a la voluntad de Vila-Matas, pero no al efecto de su literatura, es acaso en la obra de Roberto Bolaño donde ello puede verificarse. Bolaño asume buena parte del bagaje neo vanguardista de Vila-Matas y lo traduce, servido de instrumentos propios, a lo que considera el imaginario literario latinoamericano. Ello pone en un lugar curioso a Vila-Matas, cuya literatura, a través de la obra de su amigo, devuelve un potencial elusivo que paradójicamente reitera la inteligencia inscripta en apartarse de lo obvio. |